Como se podía esperar de una mente que no concibe equivocarse ni acepta la crítica, cuando un estadio completo comenzó a gritar ¡Fuera, Petro!, la interpretación dictada por la cobardía fue la de agresión a una indefensa niña de 14 años. A la niña nadie la agredió. Más bien, lo que muestran los videos, es que la niña le soltó al estadio palabras de grueso calibre. Muchos se han solidarizado con la ‘infamia’, solicitando apartar a las familias de las confrontaciones políticas.

Muy diciente de una personalidad trastornada, no adueñarse del rechazo y pasarle la pelota de la ‘agresión’ a su hija. La otra creativa perla fue la descripción de ‘cánticos’ de la oposición. Es decir, la oposición se puso de acuerdo para llenar el estadio, se estableció filtro para que no pudiesen entrar sus admiradores y el fútbol se volvió deporte de ricos.

Una interpretación realista sugiere que si todo un pacífico estadio coreó al unísono, solicitando su retiro, es porque un gran número de colombianos, basados en año y medio de desgobierno, pueden predecir para el tiempo que falta, la regresión de todos los indicadores de bienestar y la progresión de todos los de sufrimiento.

Lo que le dijo el estadio es: váyase por las buenas. No lo creemos capaz de corregir el rumbo. Sus gestos conciliatorios terminan siendo distractores. Sus propuestas y planes siguen con mucha precisión el camino de Venezuela. Ya la economía ha tenido un receso que no se veía hace décadas. La violencia, criminalidad y secuestros están disparados y las fuerzas del orden están tan golpeadas que nadie perfila una esperanza. La generación de empresas y empleos dignos está deteriorada y se pretende reemplazar con subsidios indiscriminados, creando el ciclo de parasitismo y dependencia, que tanto daño le hace a la cultura de esfuerzo y trabajo.

Le están expresando el desconcierto con la caída del 46% de las utilidades de Ecopetrol, principal fuente de financiación del estado, y el rechazo a la integración con PDVSA, artífice de la caída en su producción del 80% con la ruina de casi todas sus refinerías.

Que han entendido la farsa moral de la preocupación por los pobres, que llevó a la pauperización de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Argentina, donde por fin, han entendido las causas de su miseria y han decidido sacudirse el yugo de la privilegiada casta estatista.

Que en nombre de la solidaridad, ha montado un gobierno corrupto que despilfarra, abusa y ha sido incapaz de gestionar los recursos del Estado mientras aprieta a la clase media con impuestos e inflación.

Que no toleran más su paseadera por los congresos del mundo, con el único logro de creer en el creciente brillo de su desproporcionado ego.

Que su estrategia de sacar a los criminales de las cárceles para llenarlas con los críticos a su nefasta gestión, merece sonora rechifla.

No, nadie agredió a una inocente niña de 14 años. Lo que pidieron todos al unísono, lo que están pidiendo cada vez más colombianos es el juicio político a un presidente demostradamente inepto. Que se aplique la constitución que prevé el derecho de los electores a reconocer el engaño y corregir la equivocación, evitando una catástrofe antes de que sea irremediable.