El 2023 inició lleno de turbulencias, retos e incertidumbre, no solo en nuestro país sino en la región. La cifra de inflación del 2022 fue más alta de lo esperado; el dólar volvió a tener tendencia al alza; el cese bilateral del fuego fue desmentido, no solo por el Eln sino por otros actores; el equipo negociador del Eln afirmó que el Gobierno generó una crisis en la negociación; se anunció paro de taxistas ante el aumento en los precios de la gasolina; estos, entre otros eventos que se han dado en los primeros 10 días del año.
Como si las dificultades del panorama local no fueran suficientes, se reactivaron las protestas y la violencia en Perú. Brasil enfrentó un escenario de fuertes golpes a la democracia, por parte de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro, lo que aprovecho para rechazar, como lo
haré con cualquier acto golpista.
El paisaje local y regional nos deja más dudas que certezas sobre el devenir del 2023, a las cuales debemos sumar las tensiones que se presentarán en Colombia como resultado de las discusiones que se darán en el primer semestre del año, en el marco del Congreso de la República: la reforma a la salud, la reforma al estatuto laboral, la reforma política, el plan nacional de desarrollo y una posible reforma pensional, todo ad portas de las elecciones regionales para alcaldes, gobernadores, concejos y asambleas.
Con seguridad, estos factores nacionales e internacionales tendrán impactos sobre el mercado, la confianza en el país, la economía, y, especialmente, en la legitimidad y gobernabilidad social del presidente Petro.
Ante esta situación es imperativo que, como colombianos, actuemos con prudencia y sensatez, dando los debates sobre modelos de país y frente a las reformas, con argumentos técnicos, algo especialmente difícil en un escenario de alta polarización como el actual, donde hemos sido testigos de cómo se abordan las discusiones desde el sentimiento y la pasión, dejando de lado la racionalidad necesaria para afrontar este momento de dificultades.
Este compromiso también debería estar presente en el escenario electoral, donde deben primar las propuestas, la experiencia y la claridad y veracidad de las ideas, sobre el ataque personal y el ataque a las instituciones, siendo este un elemento clave para proteger a nuestro país.
Los hechos recientes en el vecindario nos han mostrado de manera fehaciente lo que puede pasar si se debilitan las instituciones, si se les ataca y se les estigmatiza desde diferentes espacios, un riesgo que crece con las pasiones de la polarización exacerbada. Por esta razón, en un momento de alta incertidumbre, vuelvo a hacer un llamado a los ciudadanos, a los líderes políticos, al gobierno nacional y a los gobiernos regionales y locales, a que afrontemos el debate con elementos técnicos y con el respeto debido a la institucionalidad.
Está en nuestras manos la responsabilidad de evitar que Colombia
pueda enfrentar eventos que pongan en riesgo nuestra democracia.