Un gran número de colombianos creía que los pesos y contrapesos del Estado no iban a funcionar como balanza al poder del actual Presidente de la República. La coalición parlamentaria que se conformó al inicio del gobierno no dejaba duda alguna de las aplastantes mayorías de las cuales gozarían. Otros ciudadanos temían por la posición que las altas cortes iban a tomar frente a las decisiones del Ejecutivo y quedaba la incertidumbre de cómo lo afrontarían los medios de comunicación y el grueso de las redes sociales.

Lo cierto es que, a medida que pasan los días, las dudas empiezan a despejarse. El Congreso, para sorpresa de muchos, pero con seriedad conceptual, ha trazado unas líneas rojas. Los congresistas se han distanciado en la discusión de la reforma a la salud, no están conformes con las facultades extraordinarias que se plantean en el Plan Nacional de Desarrollo, han manifestado algunas preocupaciones a la reforma laboral y las mayorías que votaron la reforma tributaria, hoy no están para nada claras en algunos de los puntos que plantean estas reformas.
Si bien no veo que las reformas se vayan a hundir, lo que sí se percibe es que serán aprobadas, pero con cambios profundos y sustanciales.

Las altas cortes también, recientemente, han proferido decisiones que equilibran la balanza. El Consejo de Estado dejó sin efecto el decreto del gobierno que pretendía tomar el control sobre la regulación de los servicios públicos. La historia no termina ahí, la Corte Constitucional también se ha pronunciado, no en una ocasión, sino en dos. La primera de ellas, donde autoriza a la Procuraduría General de la Nación a sancionar a los funcionarios públicos de elección popular, con la subsiguiente autorización de un juez. La segunda posibilita a la corte a suspender los efectos de una ley, mientras se realiza el examen de constitucionalidad de la misma, siempre y cuando exista la posibilidad de que ponga en riesgo el Estado de Derecho.

En el entretanto, hemos observado a los medios de comunicación, de manera imparcial, pero crítica, alentar la discusión pública nacional en estos mismos asuntos y otros de la coyuntura política nacional. La opinión pública, que es la que otorga la gobernabilidad social, también ha venido ayudando como contrapeso al poder. Cuando un gobierno goza de amplia favorabilidad en la opinión pública le queda más fácil utilizar su poder para adelantar sus reformas. Lo cierto es que, si revisamos las diferentes encuestas de opinión, podemos observar que la desfavorabilidad del presidente es superior a la favorabilidad.

Lo anterior nos muestra que, a pesar de las dudas que podríamos haber tenido muchos frente a si los pesos y contrapesos del Estado iban a responder, lo están haciendo. La fortaleza institucional de nuestro país ha estado a prueba y debo reconocer que nos da señales claras de estar haciendo la tarea. El poder Judicial, el Legislativo, los medios -o el cuarto poder, como lo llaman algunos- y la opinión ciudadana, están haciendo su labor para equilibrar la balanza del poder que tiene el Ejecutivo.

El juego del poder seguirá dándose día a día y se avecinan momentos de verdad con la discusión de las reformas planteadas por el gobierno, que pondrán nuevamente a prueba el actuar de los diferentes actores.
Nuestra esperanza, por el bien del país, es que las fuerzas se mantengan niveladas.