Qué esperaba Hamás cuando se metió a Israel el 7 de octubre y masacró a 1200 inocentes, ¿creían que en respuesta les iban a lanzar flores y caramelos? Pero ni los terroristas ni el mundo imaginaron una respuesta de las dimensiones vistas en los últimos meses, cuando las víctimas mortales en Gaza alcanzan las 35.000 y los heridos se acercan a 80.000.

A esta hora se espera el inicio de una temida ofensiva israelí por vía terrestre en Rafah, donde estarían los últimos reductos de Hamás y 147 rehenes israelíes, pero a Hamás no le importan los palestinos ni a Netanyahu los rehenes, ni a la Autoridad Palestina los palestinos gazatíes.

Todos tienen intereses políticos y todos necesitan la guerra: Benjamín Netanyahu para seguir en el poder aglutinando a los sectores conservadores con la ultraderecha y de paso evitar a la justicia de su país donde tiene procesos por abuso de confianza, corrupción y fraude, también para eludir a la Corte Penal Internacional; Hamás para continuar con el apoyo de Irán, ganar impunidad y poder negociar valiéndose de las protestas contra la guerra; le conviene al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, para que su desprestigiado partido Al Fatah siga en el poder y de paso para que Israel elimine física y políticamente a su competidor Hamás con el que disputa el liderazgo de Palestina.

Biden la necesita para juntar el apoyo de la poderosa comunidad judía con el de los republicanos alrededor de la ayuda militar a Israel y así ganar la reelección; los iraníes porque necesitan una causa común frente a una oposición cada vez mayor a su régimen teocrático; le conviene a los sauditas, que han sido los mediadores en el conflicto, porque han logrado influencia en la región haciendo frente a los iraníes, competidores regionales y financiadores de los extremistas hutíes antisauditas de Yemén; a los rusos porque el mundo quitó la mirada sobre su invasión a Ucrania y de paso se disminuyó la ayuda militar a los ucranianos, lo que les ha permitido avanzar en el campo de batalla tras meses de estancamiento, y por último a los chinos, que miran en la distancia, pero ven oportunidades de ganar influencia como nuevos líderes mundiales al ser eventuales mediadores.

En medio de este enredo están los gazatíes y los rehenes, ellos no les importan a ningún gobierno, quedan muchos muertos por delante para que se vea una solución que detenga los ríos de sangre y de lágrimas de lado y lado.