El caso de Geraldine Fernández, la barranquillera que causó revuelo nacional por supuestamente haber participado como dibujante en la película de animación japonesa ‘El niño y la garza’, deja en evidencia uno de los peores males de la sociedad actual: querer aparentar algo que no se es, sin importar las consecuencias. ¿Hasta dónde nos va a llevar el afán de querer ser reconocidos a toda costa?
Apenas se publicó la noticia de Geraldine, supe que ahí había algo raro. Desde joven disfruto el anime y las películas del Studio Ghibli y, para ser sincero, nunca había escuchado de un colombiano que trabajara para este tipo de animaciones que tienen un público un poco más cerrado en esta parte del mundo.
Luego, cuando se conocieron las inconsistencias en la historia de Fernández, quien después aseguró que solo había trabajado “en un par” de escenas, pensé con tristeza en las razones que pudieron impulsarla a exagerar, como ella misma lo reconoce, con una noticia de ese calibre. Y la primera que se me ocurre es esa enfermiza presión social que existe hoy en día por demostrarle a todo el mundo lo exitoso y lo feliz que se es, así esto no sea tan real.
Vivimos en una sociedad de videos y fotos sonrientes, con un trasfondo personal muy delicado y del que poco se habla: la ansiedad, la soledad, la depresión y la necesidad de comunicar una imagen de mí que responda a unos cánones actuales complejos y basados en las comparaciones que hacemos de nosotros mismos con la gente que seguimos en nuestras redes.
Jamás justificaré lo que hizo Geraldine, pero además de cuestionarla a ella, también hay que cuestionar esos entornos que nos rodean hoy como personas, esos pequeños nichos que muchos nos esmeramos en impresionar a como dé lugar: la familia, los amigos, las instituciones educativas, el trabajo y nuestras redes digitales.
¿Qué tanto nos estamos nutriendo de esos lugares? ¿Qué tanto nos están aportando en darnos elementos diferentes para entender y analizar las dinámicas actuales sin saturarnos? Ese ritmo frenético de querer publicar ‘logros’ solo para impresionar a los otros termina siendo una carrera mortal para quien lo hace, porque si tú mismo no estás orgulloso de lo poco o mucho que hayas logrado con tu propio esfuerzo, ese hueco de querer ser admirado no se llenará nunca.
Hoy lo más fácil es reírnos de Geraldine y pensar que solo fue una ‘colombianada’ más, pero sería bueno preguntarnos cuántas veces hemos dicho o publicado cosas solo para llamar la atención y sentirnos queridos o admirados.
Ser o parecer. ¿Qué elige usted?