¿Cuál es su veredicto personal sobre el incidente del hincha y el futbolista en Ibagué? ¿Para usted fue correcta la reacción del futbolista? Aclarando que en ese escenario había una ‘cuenta de cobro’ y las barras aplaudieron frenéticamente el comportamiento del ‘valiente’ hincha que ‘cobró’ el incidente de años atrás. Públicamente no hubo repudio ni censura: por el contrario ¡aplausos! Lo importante entonces es avalar las respuestas personales que terminan siendo absolutamente reveladoras sobre lo que se considera se debe hacer en casos de agresión. Dicen que la venganza es dulce. Cada quien en su fuero interior tiene una respuesta. Multiplique esa respuesta por millares y construimos un colectivo. Multiplíquelo y estructuramos una aprobación al “no se deje, no sea bobo”. Entonces, construimos la sociedad que tenemos…

Porque no son los gobiernos ni las leyes ni la justicia los que cambian estos escenarios. Por algo las cárceles están llenas de ‘creyentes’ en la teoría del “no se deje, no sea bobo”. Putin está cobrando viejas respuestas del final de la Segunda Guerra Mundial. Shakira le cobró a Pique su traición y sigamos esta espiral sin final… mientras miles de niños, jóvenes, mujeres, adoradores de sus ídolos, repetirán conductas ‘aprendidas’ y avaladas por la cultura. Si ellos lo hacen ¿por qué yo no puedo hacerlo? ¿Si a ellos nada les pasa, por qué me voy a negar el placer de la venganza? Y el mundo, en el otro lado, pidiendo a gritos paz, esperando practicar otros valores, deseando respetar la diferencia…

Quisiéramos un mundo mejor, deseamos vivir en armonía, queremos respeto por la naturaleza, anhelamos de corazón que las violencias terminen esperando claro, que los gobiernos hagan la tarea y con instrumentos como la ley, la justicia y la cárcel consigan el objetivo. Mientras, nosotros, la sociedad, esperamos… Sí, esperamos. Mágicamente, al estilo infantil, ‘algo’ va a suceder, pero íntimamente pedaleamos la violencia, la intransigencia.

La nueva pandemia es la enfermedad mental. Las cifras son espeluznantes. Niños, jóvenes, hombres y mujeres desesperados, enloquecidos con sus vidas, sumidos en depresión, ansiedad, intentos de suicidio, pero… no desarmamos el espíritu. Que otros lo hagan, yo no me dejo, yo ‘cobro’ la ofensa. Aprendo de mis mayores y de mis ídolos. ¿Qué salud mental puede tener un niño ucraniano después de lo vivido? ¿Y nuestros niños del Cauca pueden confiar en su país, anhelando crear futuro en Colombia? No hay esperanza de calidad de vida. A los límites de violencia y destrucción que hemos alcanzado, no se llegó por generación espontánea. Por lo mismo, tampoco se logra la anhelada convivencia de un día para otro. Y no es asunto de Alcalde, ni de Gobierno. El veneno que hay en los corazones no permite tener esperanza. Lo heredamos y lo seguimos repitiendo.

La participación ‘pasiva’ en la aceptación de actos de violencia genera cualquier cantidad de patologías donde los otros, por ser diferentes, son potenciales enemigos. Cada uno ‘construye’ sociedad desde lo que cree. Por ello, si usted avaló la reacción del futbolista, usted contribuye a la creación de una sociedad violenta. Desde su corazón, usted también devolvió el golpe. El partido de ping pong no va a acabarse. La salud mental se nutre de desesperanza…