Los países latinoamericanos preferimos adoptar el sistema presidencial de los Estados Unidos y hemos venido pagando un precio alto porque no ha sido la mejor forma de gobierno.
No es que sea fácil encontrar un sistema ideal de gobierno. Pero, entre nosotros, el sistema presidencial con muy pocas excepciones se ha prestado para abusos, golpes militares, gobiernos por decreto y otras anomalías.
En Estados Unidos se consideró que la acumulación de poderes en una sola persona, el Presidente, era un riesgo muy grande para la democracia y por ello se tomó muy en serio la separación de poderes, en muy diversas formas, para así asegurar la preservación de las libertades. Es que no solamente es la división de los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo, Judicial, sino también la existencia de poderes independientes, de agencias autónomas, de la descentralización del poder y de las jurisdicciones entre el Estado Federal, los Estados que componen la Unión y entre estos y los gobiernos estatales y municipales. Para no hablar del ámbito que le pertenece a la Sociedad Civil.
En nuestros días estamos viendo, simultáneamente, la manera cómo se establece la gobernabilidad democrática en un régimen parlamentario, España, y en un régimen presidencial, Colombia.
Si se establece un gobierno, la expectativa lógica es asegurar que este pueda gobernar. Si no es así, pues caemos en el mundo del absurdo. Miremos lo que pasa en España y en Colombia.
Ya hace varios meses se realizaron unas elecciones para escoger el gobierno, que bien puede ser un partido o una coalición. El resultado electoral no le otorgó a ninguno de los partidos existentes la mayoría necesaria para gobernar. Tratándose de un régimen parlamentario, el partido que acceda al gobierno debe demostrar que tiene la mayoría en el Parlamento que le permite gobernar.
Ya el partido conservador, después de varias semanas de conocido el resultado electoral, intentó obtener esta mayoría parlamentaria. No lo consiguió. Entonces el partido que seguía en votos, el socialista, está intentando demostrar que sí tiene esa mayoría. Y para ello tiene un plazo que termina el 27 de noviembre. Si le ocurre lo mismo que al partido conservador, será necesario convocar nuevamente a elecciones en la esperanza de que la ciudadanía escoja un partido con la mayoría necesaria para gobernar.
En Colombia, el Régimen Presidencial permite que el gobierno sea minoritario, como es el caso del Pacto Histórico y de sus aliados. La tarea de gobernar se hace imposible, sobre todo si se pretenden reformas significativas que requieren la mayoría del Congreso.
La dificultad que han tenido los partidos políticos en España para constituir un gobierno es ya una lección que debemos tomar en cuenta. Un acuerdo o se hace en un almuerzo. Es mucho más complejo que eso.
Esto es lo que parece no haber estado claro hasta el momento. No sabemos si el resultado de las elecciones del 29 de octubre ayudará a construir el clima que permita el Acuerdo Nacional o, si por el contrario, hará las cosas aún mucho más difíciles. Lo que no se debe perder de vista es que la tarea obvia de un gobierno es la de gobernar. Y para ello tiene que obtener los apoyos necesarios. De no ser así, estaríamos en un mundo Kafkiano que es, precisamente, la negación del arte de gobernar.