Cuenta la historia que una parejita fue hace años donde una sabia mujer que, ya viuda, orientaba a otros.
Ella escuchó a cada uno por aparte y se dio cuenta que se amaban, pero tenían muy descuidada su relación.
Por ser buenos padres eran mediocres esposos, su trabajo era muy absorbente, eran rutinarios y nada espirituales.
Cada uno se enfocaba más en los defectos del otro que en sus cualidades y no sabían comunicarse bien.
Vivían en Estambul, ella se llamaba Yadira y él, Kemal. Frente a una fogata les dio unas luces para mejorar en su relación.
Durante la charla ellos debían mantener vivo el fuego, pero a la hora ella les dijo: no hace falta poner más leña.
Siguieron charlando, les hizo varios ejercicios, les dio calves para comunicarse bien y ser detallistas y afectuosos.
Al fin, al revolver ellos las cenizas vieron que el fuego se volvió a encender.
Les dio un pergamino con esta frase: “Creí mi hogar apagado, revolví la ceniza y me quemé la mano”.