Mientras un papá observa la televisión llega su niño pequeño y le pregunta: Papi, ¿cuánto ganas por hora en tu trabajo?
-No me molestes, hijo, ¿No ves que llegué muy cansado?
-Papi, sólo dime eso. ¿Cuánto ganas?
-Cuarenta mil pesos cada hora, -dijo el hombre irritado- Ahora vete y déjame tranquilo.
Pero el niño se atrevió a decirle: Papá, ¿Me puedes prestar veinte mil pesos?
El padre monto en cólera y dijo con brusquedad:
-Vete a dormir y no me molestes más.
El pequeño obedeció. Más tarde el padre reflexionó y se sintió culpable. Tal vez su hijo quería comprar algo.
Vivía para trabajar y compartía poco con su hijo. Fue a la habitación del pequeño y susurró:
-Hola, hijo, acá tienes el dinero. ¿Para qué lo quieres?
El hijo recibió ese dinero, metió la manita debajo de su almohada y sacó varios billetes arrugados.
-Tenía que completar. Papi, ¿me vendes una hora de tu tiempo?