Cultiva lo que se llama una ‘visión unificadora’, o sea, siéntete uno con Dios y con todos. Es consciencia de unidad.
Para los sabios la separación no es real, y la verdad es que somos partecitas de la misma energía divina.
Al parecer en la antigua cultura Maya se creía en esto y se decían entre ellos: “Yo soy tú y tú eres yo”.
No sentirnos separados. Abre las puertas a una hermandad que cambia los odios por perdón y los juicios por comprensión.
El buen líder Martin Luther King albergó el hermoso sueño de que todos los humanos nos tratemos como hermanos.
Lo expresó con decisión y entusiasmo en su hermoso discurso en Washington en 1963: “Yo tengo un sueño”.
Asume un compromiso para que ese sueño sea una realidad, sin compromisos no hay cambios y sin cambios no hay mejoramiento.
Afirma: “Soy uno contigo, amado Dios, soy uno con los demás, soy uno con la prodigiosa creación. Caen los muros y solo hay puentes”.