Esta es la tercera vez que le dedico esta columna a la isla paradisiaca de Gorgona. Lo hago porque el tema de la posible construcción de una estación militar allí ha vuelto a surgir. A pesar de las múltiples advertencias nacionales e internacionales sobre el daño que eso haría sobre este tesoro de la naturaleza, el proyecto sigue en curso. Esto escribió recientemente un diario español sobre el asunto:
“En 2015 se expidió de manera exprés una licencia ambiental que daba vía libre a la construcción de una estación militar de dos niveles, un muelle de 163 metros, una torre de 50 metros para un radar, una planta de aguas residuales, un depósito de residuos sólidos, un acueducto con un tanque de reserva de agua potable y senderos peatonales de más de un kilómetro. Desde entonces levantó la voz el Comité Científico del Parque Natural Gorgona, compuesto por académicos y oenegés que brindan asesoría al parque, junto a la Academia de Ciencias Exactas”.
Daños incalculables… Cada año, entre julio y octubre, Gorgona se vuelve centro de atención del Pacífico. Buzos viajan a sus aguas con la intención de avistar ballenas jorobadas, una actividad en la que el Parque Natural ha trabajado para que se realice responsablemente. Con el nuevo muelle, según las alertas del Comité de Científicos de la Isla, existe el riesgo de que las ballenas y sus crías choquen con las embarcaciones del complejo.
“Un riesgo similar enfrentan las cinco especies de tortugas marinas que se pueden encontrar en las playas. -Los impactos sobre esa especie pueden ser múltiples. Son animales supremamente sensibles a la luz. La contaminación lumínica puede ahuyentarlas o, por el contrario, afectar su comportamiento. O la perturbación acústica a las tortugas por el ruido de los motores de los barcos que aumentarían su flujo donde normalmente transitan y se alimentan muchos animales-”, advierte Diego Amorocho, director del Centro de Investigaciones en Medio Ambiente y Desarrollo (Cimad).
Otra especie que podría verse alterada son los murciélagos, que sufrirían daño por los campos electromagnéticos de los radares. Eso, sumado al posible impacto sobre las 385 especies de peces de la isla y las 18 especies de corales, que conforman uno de los conjuntos más extensos y diversos del Pacífico colombiano. Como lo explica el profesor Juan Armando Sánchez, director del Laboratorio de Biología Molecular Marina de la Universidad de los Andes: “-Los impactos van a ser gravísimos. Con el cargue de combustibles y barcos caen gotas de gasolina al agua que, al exponerse a los rayos del sol, se convierten en una sustancia tóxica-”.
Con esta información publicada es claro que todos los seres conscientes del planeta no oponemos a que siga ese proyecto y que por favor esa isla sea para la futura supervivencia de nuestra especie.