La vida es difícil. Los disgustos, los accidentes, las caídas, la incertidumbre, y las frustraciones son asunto de todos los días. Incluso los más privilegiados, en sus castillos de cristal, sufren contrariedades, aunque no siempre al mismo nivel que el resto de los mortales. A todos nos toca aceptar la imperfección y levantarnos cada día a resolver asuntos pequeños, medianos y a veces dolorosos golpes que nos desaniman. Más allá de la crisis puntual y personal que nos abruma, lo que corresponde es tener en cuenta el contexto más amplio en el cual estamos, reconocer la importancia de permanecer optimistas y agradecer el hecho de estar vivos.
En Colombia y en el resto del mundo:
*Las virosis son cada vez más contagiosas, siguen enfermando, y muchas veces dejando molestias o secuelas físicas y psicológicas incapacitantes.
*Las confrontaciones bélicas se multiplican en todo el mundo sin que se vislumbre en el horizonte nacional, ni internacional, una disminución significativa del conflicto.
*La corrupción generalizada sigue empobreciendo y exacerbando diferencias.
*La polarización política sigue creando rabias basadas en noticias falsas y sigue dividiendo a la sociedad.
*La justicia social es una utopía.
Es de sabios aprender a convivir con la desazón que generan los momentos difíciles, y no permitir que la desilusión tome el control. Mi recomendación es no pretender que podemos controlar el futuro, ni intentar modificar variables que se salen de nuestro control, ni desgastarnos prestando oídos a los profetas de la catástrofe. Las predicciones por regla general nunca salen como se plantean. Por ejemplo, los economistas se la pasan tratando de explicar porqué sus vaticinios del año anterior no se cumplieron.
En medio de las más graves circunstancias, siempre hay la posibilidad de mirar con esperanza más allá del momento trágico. Las desgracias no le ocurren a la gente por razones misteriosas sino porque así es la vida. El destino determina caprichosamente que unos se ganen la lotería y a otros les toque la bala perdida.
Evitemos el desgaste de buscar milagros en los falsos paraísos. No es verdad que los accidentes, los problemas económicos y sociales graves sean exclusivos de nuestro país. En los mejores destinos también hay caos, así por allá las fachadas estén mejor maquilladas. Y no siempre le va mejor a quien se va a vivir a un país del primer mundo. Los ingresos son más altos, pero el costo de vida también y el aislamiento social y familiar es muchas veces abrumador. Además, la condición de extranjero es cotidiana y disminuye la calidad de la vida, así se tenga ciudadanía, pasaporte, puesto y seguridad social.
A Colombia, uno de los países más desiguales del mundo donde las leyes abundan, pero no se cumplen, no la destruye nadie. La inmensa mayoría de su gente es muy buena, resiliente, y no traga entero. Nos hemos vuelto recursivos y en la medida de lo posible hemos aprendido a cuidarnos. Pienso que en vez de criticarlo todo deberíamos estar agradecidos por vivir en este trópico imperfecto en medio de un planeta cada vez más conflictivo.