Es una lástima que las campañas políticas se hayan llenado de odios, denuncias, acusaciones, venganzas y revanchismos. Y lo peor, que se estén desgastando en mutuas peleas que están desdibujando las figuras de los aspirantes, que por andar en esas sacadas de trapos al sol, no están dejando que sus propuestas sean conocidas, promocionadas y debatidas civilizadamente.

De manera permanente aparecen videos en las redes sociales del uno tirándole al otro con prisa y sin pausa en una competencia para determinar cuál ensucia más al otro, con un rasero que parece darle el triunfo al que más cosas malas diga al contrincante, que no se queda, dicho sea de paso, con las ganas de contestar y de contraatacar.

Estas acusaciones van a llegar a un punto en que el elector se hastíe y opte o por votar en blanco o por abstenerse, lo cual es en extremo grave y atenta contra lo que deben ser unos comicios democráticos, en los que quien triunfe sea el más capaz, con sobrada honestidad y mejor plan de gobierno.

Pero esas no son más que meras y frustradas ilusiones frente a lo que estamos viviendo, que no parece tener fin. Bajo el imperio del ojo por ojo y diente por diente estamos cayendo en una sin salida polarizante, que es lo peor que nos podría suceder.

Ya se habla de una guerra de los pobres contra los ricos, planteando un enfrentamiento social, antecedente de un sangriento y doloroso enfrentamiento civil en nombre de una lucha de clases protagonizada -vaya paradoja- por los que no habían enarbolado esas banderas discriminatorias, que nos recuerda vergonzosos episodios acaecidos hace poco menos de dos años y pico.

Se está jugando con candela porque las reacciones que pueden sobrevenir pasarían de las palabras a los hechos, en esas tragedias que se sabe dónde comienzan, pero no dónde terminan, aupadas por los enemigos de la paz y la concordia, siempre listos a pescar en río revuelto.

Es por ello que debemos hacer un llamado a la cordura, que en este caso no es otra cosa que invitar a deponer las armas de la lengua, que a veces son más peligrosas que las que intimidan, hieren y matan, en un mutuo respeto que harto necesitamos.

Propongo que se protocolice un pacto de no agresión y si es el caso, se deje en manos de la Justicia las mutuas acusaciones que se ha proferido hasta ahora. No podemos llegar a las elecciones que se aproximan con una división suicida que es lo que nos tiene frenados y estancados porque cada cual tira para su lado y así no es posible ponernos de acuerdo ni en lo fundamental.

Aún resuena en mis oídos la consigna de hace varios años: “Nos unimos o nos hundimos”, que hoy cobra más y más vigencia porque está demostrado que por culpa de la desunión es que estamos como estamos y con el agua lejos…

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Posdata. Preparémonos para asistir masivamente a la Feria del Libro, un macroevento que atraerá a cerca de medio millón de personas y que, como el año pasado, tendrá un éxito arrollador. Bien por su directora Paola Guevara, en este año italinizada con Nápoles como testigo.