Las Empresas Municipales de Cali fueron tesoro de la administración pública del país en los años 60 del siglo pasado, en razón de los compromisos con acreedores financieros que aportaron los recursos para la expansión de las redes de acueducto, alcantarillado y energía en época de altísima tasa de crecimiento de la población, por fecundidad y por migración del campo.

Los bancos exigieron junta directiva independiente con facultad para nombrar al gerente. El acuerdo se extinguió en 1968. Los partidos políticos tradicionales -Liberal y Conservador- convinieron turnarse los puestos clave a partir de 1970, cuando se sintieron amenazados por la victoria de la Alianza Nacional Popular en las elecciones para Concejo.
Desde entonces el declive en la calidad de la gestión fue paulatino pero sostenido.

Los contratos con la sociedad propietaria de la planta de generación a gas Termoemcali, en virtud de los cuales Emcali se obligó a pagar 48 millones de dólares por año por la disponibilidad de la planta y 16 millones adicionales para asegurar el gas, así no operara, fueron catastróficos: la empresa entró en crisis de liquidez y fue necesaria la intervención de la Superintendencia de Servicios Públicos para evitar la quiebra.

No hubo búsqueda de soluciones entre 2000 y 2002; pasado este término se trabajó para lograr la reestructuración financiera pero ya habían aumentado las pérdidas en acueducto y energía, y no se logró la mejoría necesaria en la operación. La intervención terminó en 2013.
Desde la devolución al Municipio la gestión está enredada: no hay los recursos administrativos y financieros necesarios para las inversiones requeridas en reposición de redes y reorganización integral de la empresa. El riesgo de que la calidad y confiabilidad de los servicios se deterioren hasta hacer crisis aumenta con el paso de los días, pero solo cuando no haya agua ni luz con mucha mayor frecuencia la comunidad entenderá la necesidad de acciones audaces.

La tasa de crecimiento de la ciudad se ha reducido mucho, pero sigue siendo necesario planificar la prestación de sus servicios domiciliarios.
Para ello se necesita buen gobierno corporativo. La junta directiva debe tener estabilidad y autoridad para nombrar y evaluar al gerente. Es probable que convenga desmontar la unidad central, pues no agrega valor, y separar los negocios de acueducto y alcantarillado, de una parte, y energía de otra. Cabe señalar que la empresa no es competitiva en la comercialización de energía a grandes consumidores. La unidad de telecomunicaciones hoy consume efectivo sin tener perspectiva clara porque se desperdiciaron múltiples oportunidades para reinventarla.

Es preciso reconocer que la operación es muy deficiente, el régimen prestacional excede con creces lo prevalente en el mercado laboral y la productividad es pésima. No hay perspectiva sólida de largo plazo con administración inestable, sujeta a los caprichos del alcalde de turno. Hay que movilizar los recursos necesarios para poner la operación al día, con organización idónea y posibles aportes de nuevos inversionistas. Emcali tiene la ventaja de ser monopolio natural en distribución de agua y electricidad, pero su propietario, el Municipio, no tiene posibilidad de recibir utilidades distribuidas sin cambios drásticos. En términos prácticos hoy carece de valor excepto para quienes se benefician de ella a expensas del interés general.
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