El suroccidente del país es muy desigual: Cauca y Nariño tienen ingreso muy bajo en el contexto nacional, en tanto que el Valle, tiene relativa prosperidad si se exceptúa a Buenaventura, que debería ser la ciudad más rica del país por ser el único vínculo con la cuenca del Pacífico, donde se asienta más o menos la mitad de la actividad económica del globo. Por ende, Cali, epicentro de la región, debe asumir el compromiso de liderar el impulso para lograr cambios radicales en las condiciones de vida en el resto de los tres departamentos, y en particular en la zona costera.

Está claro que los procesos públicos de Colombia no facilitan la construcción de visiones compartidas para cada núcleo de desarrollo o ciudad región, pues el país es muy centralista, tanto en lo público como en lo privado. Las definiciones institucionales de 1991 resultaron nocivas para el desenvolvimiento armónico de las regiones y no responden a las exigencias de autonomía necesarias, pero arreglarlas es asunto que debe abordar el país entero, y es mucho lo que se puede hacer en el Suroccidente mientras Colombia endereza su ordenamiento y su camino.

Se deben identificar ventajas comparativas en cada urbe y su área asociada y estructurar planes efectivos en inversión pública en infraestructura y servicios educativos, con la participación del sector empresarial, la academia y los gobiernos territoriales. Para circunvalar los obstáculos que surgen del mal diseño de los procesos de elección y selección de los actores centrales en lo público corresponde a la sociedad civil poner en marcha estrategias de comunicación efectivas, con respaldo en acuerdos de gestión que permitan mejor calidad del gasto público y continuidad de estrategias.

Las oportunidades de la región son inmensas. Cada conjunto humano tiene sus gracias. Es cuestión de aprovecharlas. Así, Pasto tiene resultados sobresalientes en educación básica, Cali tiene el conjunto de clúster identificado por la Cámara de Comercio como foco para impulsar estrategias de desarrollo, buena parte de Nariño y todo el Cauca tienen expectativa importante de resarcimiento por la incidencia negativa del narcotráfico en el desenvolvimiento de la sociedad; la guerra de la coca los ha asfixiado, y en la Costa Pacífica hay enormes oportunidades para Colombia alrededor de Buenaventura, vínculo natural del país con el mundo.

Para lograr los cambios habrá que combatir la corrupción y asegurar estabilidad en propósitos consistentes con las fortalezas de la región. Será preciso conquistar más autonomía para el gasto público regional y asumir una visión de futuro con escala global en mente. El esfuerzo conjunto de todo el suroccidente para construir visión colectiva y materializarla debe traducirse en presión permanente sobre el gobierno central para hacer efectivo el monopolio del poder coercitivo del Estado en todo el territorio. Eliminar cultivos ilícitos es solo una parte pequeña en la tarea de hacer presencia en los ámbitos rurales.

La tarea de portar la antorcha le corresponde a Cali, porque si no lo hace, los problemas de otras partes de la región la devorarán. El primer paso es poner orden en la defensa de lo público. ¿Seremos capaces?

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