El primer año del gobierno Petro transcurrió en medio de enormes controversias, anuncios, discursos y simbolismos. Nada de esto sorprende, si se tiene en cuenta que durante décadas el país ha conocido su estilo de liderazgo. Sin embargo, la falta de hoja de ruta y de estabilidad en su equipo de gobierno muestra que este primer año fue de más palabras que acciones, y más anuncios que ejecución. La división política ha reinado y, lejos de buscar reconciliar al país, en este primer año el presidente Petro ha demostrado que si a alguien le conviene profundizar la fragmentación política y social es a él.

Es mucho lo que ha cambiado para el Presidente en su primer año de mandato. En medio de profundas controversias con los medios de comunicación, los gremios y los partidos políticos, el presidente Petro pasó de obtener un histórico resultado de 11 millones de votos a ser aprobado por cerca del 30% del país, como puede ser visto en cualquier encuesta reciente. Así mismo, la coalición que alguna vez pareció aplastante hoy está cada vez más en duda. El Presidente sigue hablando de crear un gran acuerdo nacional, pero sus acciones y palabras muestran lo contrario.

Uno de los principales indicadores que más preocupan de este primer año de gobierno es la falta de un gabinete políticamente diverso y estable que permita la continuidad en distintos frentes. En menos de un año el país vio cambios en las carteras de Educación, Interior, Minas y Energía, Agricultura, TIC, Transporte, Deporte, Ciencias, Cultura, Hacienda, Salud, así como la salida de la jefe de gabinete y la creación del nuevo Ministerio de la Igualdad. Once cambios ministeriales y otros más en diferentes entidades estatales en el primer año de gobierno es algo inédito que deja muchas inquietudes sobre la situación dentro del Ejecutivo.

El balance legislativo del gobierno tampoco es positivo, y más si se tiene en cuenta la enorme coalición con la que empezó su primer año en el Congreso. 78 de 108 senadores y 142 de 187 representantes inicialmente apoyaban la agenda legislativa en el Congreso, pero luego de la aprobación de la reforma tributaria y ante la insistencia del gobierno de pasar una reforma a la salud llena de radicalismo y poco abierta al diálogo, la coalición empezó a tambalear. Menos de un año después y aún con casi todas las promesas de reforma pendientes, las mayorías a favor del gobierno están cada día más en duda. Lo que es un hecho es que la permanente pelea del Presidente con los partidos jamás conseguirá mejorar la relación con la rama legislativa, que debería ser más estratégica y respetuosa, y nunca determinada por la impulsividad y los agravios.

El ambiente político y social tampoco denota esperanza, mientras el Presidente insiste en llamar a las calles y dividir a la ciudadanía desde la estigmatización a sus críticos. Si el Presidente busca pasar a la historia como un líder exitoso, y no como el jefe de un gobierno minoritario y definido por las derrotas de su agenda, es urgente que tome aprendizajes de este primer año. La búsqueda de consensos y la moderación, que tanto ha castigado en su gabinete, sería sin duda un camino más estable, en vez del permanente lenguaje de confrontación que ha asumido.

No nos engañemos: esto no va bien y si no se corrigen asuntos de fondo, nada garantiza que pueda mejorar. El balance del primer año del gobierno Petro está lejos del país que pinta en sus discursos, en medio de una grave situación de inseguridad y fortalecimiento de grupos ilegales. Un mejor comienzo para este nuevo año de gobierno debería partir de dos bases: la reconstrucción del diálogo con diferentes sectores políticos y la recuperación de la seguridad ciudadana y rural.