Para encontrar un futuro nuevo hay que ir a la periferia, es allí en donde se ve el mundo tal cual es. En la carta a los Romanos nos dice Pablo: Cuando Dios quiso regenerar la creación, quiso ir a la periferia: los lugares del pecado y miseria, de exclusión y sufrimiento, de enfermedad y de soledad, porque también eran lugares llenos de posibilidad, pues donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Pensando en una propuesta que en el libro ‘Soñemos juntos’ hace el papa Francisco y viendo este momento tan crítico en nuestra Patria, por no decir tan dividido por la cantidad de ideas y propuestas que parecieran que no escuchan la realidad, debemos pensar con esperanza en que podemos salir mejores de este momento, pero necesitamos ver claro, elegir bien y actuar en consecuencia. Para ello debemos unirnos todos para discernir en común, lo que queremos y lo que cada uno puede hacer para comprometidos ponernos en acción para lograrlo.

Esto dice Francisco: “Hace falta un movimiento popular que sepa que nos necesitamos mutuamente, que tenga un sentido de responsabilidad por los demás y por el mundo. Necesitamos proclamar que ser compasivos, tener fe y trabajar por el bien común son grandes metas de vida que requieren valentía y reciedumbre; mientras que la vanidad, la superficialidad y la burla a la ética no nos han hecho ningún bien. La era moderna que tanto desarrolló y proyectó la igualdad, ahora necesita añadir con el mismo impulso y tenacidad, la fraternidad para enfrentar los desafíos que tenemos por delante. La fraternidad dará a la libertad y a la igualdad su justa sinfonía”.

Por los avatares de la vida, tuve como empleada en la casa cural a una mujer maravillosa que fue educada en Bogotá por monseñor De Brigard Silva, el eterno arzobispo coadjutor, y que en las noches me enriquecía con sus historias vividas en casa de Jorge Eliécer Gaitán, en la que estuvo de empleada por recomendación del Arzobispo, ante petición del doctor Gaitán, y en donde vivió una historia no conocida de nuestros políticos: que entre ellos se reunían en tertulias, donde arreglaban y compartían la política del país, mientras en las plazas públicas se presentaban como enemigos y aún muy beligerantes; historias de más de 70 años, que las vemos repetidas en nuestros acontecimientos sociales, y en nuestra política, hoy en día.

En muchas oportunidades el papa Francisco ha hablado de la política y del compromiso político, no solo de la Iglesia, sino de todos y ha dicho: “La política, es la expresión más perfecta de la caridad cristiana, porque es la búsqueda del Bien Común; pero no veo hoy en día esa política ni en dónde están los cristianos haciendo realidad el evangelio, en la búsqueda del Bien Común”. “Hoy nuestros pueblos no están alegres: hay tristeza que el placer y la distracción no pueden aliviar. Mientras una parte de la humanidad sufra la miseria más absoluta, ¿cómo podemos estar alegres? “Para mí es claro; tenemos que rediseñar la economía para que ofrezca a todas las personas una vida digna, a la vez que proteja y regenere la naturaleza. Por otro lado veo, y esto me da esperanza, es un movimiento del pueblo que reclama un cambio de fondo, un cambio que venga de las raíces, de las necesidades concretas, que surja de la dignidad y de la libertad de los pueblos. Este es el cambio de fondo que necesitamos, el cambio que surge de las personas capaces de encontrarse, organizarse y generar respuestas de dimensiones humanas. Hay que evitar que nos sigamos hundiendo en la pérdida del sentido del Bien Común, cuando los líderes, los políticos, los gobernantes lo pierden, caemos en la anarquía, el autoritarismo, o ambos; nos volvemos una sociedad violenta e inestable”.

Es el momento de pensar una Colombia por encima de los partidos, pensemos definitivamente que nos necesitamos mutuamente, como en el libro bíblico de Nehemías, ahora es el momento de un nuevo proyecto, de una nueva política, de unos nuevos políticos, donde florezca un nuevo humanismo donde la economía entre al servicio del hombre y no el hombre al servicio de ella e irrumpa el verdadero sentido de fraternidad para que termine con la globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individuo. Tenemos que sentir de nuevo que nos necesitamos unos a otros, que somos responsables de los demás, incluso de los no nacidos y de los que todavía no son considerados ciudadanos. El llamado es a unirnos por Colombia a reorganizarnos para poder vivir juntos, para elegir mejor lo que a todos nos importa y así trabajar juntos para lograrlo. Colombia nos necesita unidos, no divididos, para poder avanzar y no retroceder.