Si hay algo valioso que en verdad subsiste en Cali después de los avatares sufridos a lo largo de su historia, es su magnífica arboleda. Pioneros de la ciudad plantaron el pensamiento de una vida saludable a sus pobladores a lo ancho y largo de sus barrios y calles, diseñándolas bajo frondosos árboles que dan frescura a la urbe como solo ellos pueden darla.

Desde los primeros tiempos se destacó de la provincia de Cali la presencia de una extraordinaria naturaleza. Así se describe en la novela El Alférez Real: “Al llegar a la quebrada de Cañaveralejo se detuvieron los tres jinetes, aflojaron las riendas a sus cabalgaduras para dejarlas beber y entraron en el extenso llano de Meléndez. Todo el llano estaba sombreado de árboles y la luz era un dorado satín que se colaba por el Oriente.” Y por su parte el literato D. Antonio González Toledo, anotaba: “La ciudad está como bajo una arboleda, y vista desde San Antonio, por ejemplo, apenas se la distingue por la multitud de árboles de lujoso follaje que, a la par que ofrecen refrescante sombra, dan sabrosos frutos a sus habitantes” (año1887).

A todos pertenece ese patrimonio ambiental invaluable desde donde se mire. Enriquece la vida de sus moradores y transeúntes, sea por el disfrute que dispensa el verdor de la espesura que se alza a partir de los tallos para unir tierra y cielo, o por su aporte gratuito al ecosistema. Los árboles nos dan oxígeno, absorben el CO2 y otros gases contaminantes, protegen de los rayos UV del sol, dan cobijo a aves, mitigan el ruido, reducen la temperatura del suelo, liberan vapor de agua mediante sus hojas. Son razones, entre otras, suficientes para sembrar en sitios en que no los haya y regular la construcción y proyectos de vivienda a fin de privilegiar la vegetación en zonas comunes y públicas, antes que los metros cuadrados de cemento.

Puede afirmarse que es emblemático de la ciudad su paisaje urbano en medio de especies arbóreas nativas y foráneas que extienden sus ramas por lo alto en paseos y vías, favoreciendo el clima y perdonando los defectos o el deterioro de una que otra edificación. A vuelo de pájaro, algunos de los lugares cuya fisonomía urbana se engalana con antiguas y grandes ceibas, son, San Fernando, la Flora, Paseo Bolívar, Calle 4N, Avenida Colombia; con samanes, el insigne en La Tertulia que realza el paisaje del Oeste y avenida del río, o los de la Plaza de Toros, Avenida Guadalupe, Autopista Suroriental y Calle 5, entre otros; y ni que decir de los guayacanes rosados y amarillos, mangos, chiminangos, carboneros, para mencionar solo unos más acogidos en casas, andenes y espacios públicos.

Dos hechos positivos para Cali afianzan el orgullo y la fortuna de contar con riquezas naturales: uno, su inclusión en el listado de ciudades distinguidas por el programa Tree Cities of the World (Ciudades Árbol del Mundo) de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación –FAO- y la Fundación Arbor Day, por cumplir con los estándares exigidos; y el otro, la reapertura a mediados del presente año del Jardín Botánico, gracias a la tarea de la Fundación Zoológico de Cali y apoyos del sector privado y la ciudadanía, cuyo propósito es la conservación y renovación del bosque seco tropical. Sin duda los senderos a recorrer atraerán residentes y turistas deseosos de estar en contacto con la naturaleza y de conocer la variedad de las plantas.