En el trayecto de la existencia encontramos personajes que andan por ahí en el imaginario universal, desprendidos de páginas de obras literarias por los cuales sentimos familiaridad y hasta los queremos como a un amigo, sin saber desde cuándo y cómo ocurrió esa alquimia.
Llegan a uno y se esconden o asoman a veces detrás del autor o éste detrás de ellos, con la fuerza de un arquetipo o de un ideal, sin necesidad de explicaciones ni concienzudas lecturas, en imágenes indelebles al paso del tiempo. La maestría de novelistas como Miguel de Cervantes Saavedra y Álvaro Mutis con vidas caballerescas entre anhelos y azares, hizo posible la creación de dos figuras incomparables que pareciera se cruzan en los caminos de la hazaña de vivir.

Quién no reconoce al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que por siglos ha sido el antihéroe de causas imposibles, medio loco lucha contra molinos de viento, en diálogo con su leal Sancho Panza por los polvorientos caminos de España, siempre en apuros oscila entre invención y realidad, entre su mundo interior y el de afuera que lo confronta. Con Don Quijote se inicia la novela moderna, en él hay diferentes discursos, relativiza los criterios de unos y otros, no hay una única verdad, ni un héroe invencible, sino personas con sus flaquezas, derrotas e incertidumbres, introduce el humor y la ironía.

Por la misma senda de la derrota de todo destino, continúa trasegando un personaje muy nuestro, poético y errante: Maqroll, el Gaviero, alter ego de Álvaro Mutis, el escritor de atrayente personalidad, bohemio, generoso, monárquico de voz sonora e inolvidable en “la emisora Hjck, una emisora para la inmensa minoría”, Premio Cervantes, quien este año cumpliría 100 años, harán diez que partió hacia la insondable travesía seguramente en un lanchón en compañía de su entrañable marinero.

De la poesía de Mutis Oración de Maqroll surge este con toda su carga poética para llegar a las novelas, un trashumante entre selvas y cordilleras, en un tiempo denso y una naturaleza que se resiste y amenaza con la ruina a aserraderos y metales herrumbrosos. A pesar del movimiento del obsoleto vapor río arriba, Maqroll descubre que el único sentido de la vida, es el viaje por el viaje, lejos del puerto y del tedio. Este viaje singular es tema central, como el del hombre en su paso por la tierra, una aventura incierta e indefinida, en la cual, las visitaciones en los sueños de este gaviero son clave para sobrellevarla, meditar sobre ellas le proporciona la apacible aceptación del presente.

Conocer a Maqroll en La nieve del Almirante es viajar a bordo de su diario en un cúmulo de hojas amarillas encontrado en una librería de viejo, en el bolsillo de la tapa de un libro. El título alude al único sitio donde alguna vez disfrutó de relativa calma: la tienda de Flor Estévez en un páramo en la montaña, el lugar donde estaba la otra existencia que pudo ser y no fue, que corre paralela a su vera.

Ahora que ya no atrae ver las estrellas, sino las autopistas virtuales, la invitación es a volver a la esencia del mundo a través del diario ingeniado por Álvaro Mutis para dar paso a un navegante que desde la alta punta del navío ve más allá, llevando en sí el drama del ser humano siempre en proceso, con la nostalgia de su origen y el saber que todo va a ninguna parte y que la caravana agota su significado en su mismo desplazamiento.