“Mami, solo quiero decirte que te extraño mucho, quisiera que estuvieras en mi grado y vieras que soy más inteligente, que me estoy superando todos los días; quiero que acompañes (desde el cielo) a Sofi cuando se gradúe de quinto. Te extraño mucho y me arrepiento de todo lo que no hice cuando estabas en vida”.
El mensaje es de Carlos Fabián Ramírez, de 16 años, uno de los tres hijos que dejó Leidy Carolina Navarrete, asesinada en la víspera de Navidad del 2022 por su expareja. Su voz se escucha en un reportaje de Semana titulado ‘Huérfanos por feminicidio: la tortuosa lucha por dejar de ser invisibles’, publicado justo al cumplirse 12 años del feminicidio de Rosa Elvira Cely (24 de mayo de 2012) cuyo atroz crimen propició la Ley 1761 de 2015, que tipifica el feminicidio como un delito autónomo, siendo Colombia uno de los países con la más alta condena a quienes cometen el mismo: alrededor de 40 años de prisión y con posibilidad baja de reducir la pena.
Carlos Fabián tiene dos hermanas: Jennyfer y Luna Sofía, quienes para el momento del asesinato de su madre tenían 16 y 4 años, y cuyas voces también se escuchan en el especial de Semana. Sus relatos le dan rostro a una de las consecuencias más dolorosas que deja este delito de odio, y que no se atiende, no se cuantifica, no hay programas de salud mental que mitiguen el impacto que deja de por vida el perder así a su mamá, en muchos casos a manos de su papá.
Tampoco hay claridad en torno a quién toma la custodia de huérfanos de padre y madre, cuando un hombre asesina a su pareja o expareja y luego se suicida. ¿A cuál de las familias, la materna o la paterna, le corresponde la custodia?, ¿cómo se dirimen los conflictos entre quienes no tienen responsabilidad en el crimen y deben velar por el cuidado y sustento de los huérfanos?, ¿qué pasa cuando el responsable del delito es condenado a prisión, con el sostenimiento de los hijos?
Si bien, existen ejercicios como el del Observatorio Feminicidios Colombia por visibilizar esta situación, así como por contar las víctimas, las cifras son muy distintas a las que condensa la Fiscalía General de la Nación, lo que ha creado dos conteos paralelos en los años recientes, que pueden estar no siendo fieles, bien sea por exceso o por defecto.
Según el Observatorio, al año, 190 niños se quedan sin madre en Colombia, por los feminicidios. Cuentan, además, que desde julio de 2017 hasta la fecha han asesinado a 4182 personas en Colombia por el hecho de ser mujeres y que hay 1072 menores de edad, huérfanos.
En tanto, surge otra realidad, que tampoco se considera: los suicidios fruto de las violencias basadas en género, la desesperación y la desesperanza. En un reciente informe de El País titulado ‘El preocupante panorama de seguridad para niñas, jóvenes y mujeres en el Valle del Cauca’, se da razón de 13 feminicidios en lo que va del año en la región, y 1769 casos de violencia intrafamiliar, que el Observatorio de Género de la Gobernación del Valle contabilizó hasta el 4 de abril, mientras que la Defensoría del Pueblo calcula que en Cali hay cinco mil víctimas de este tipo de violencia al mes, que muchas veces no se denuncia y que en cualquier momento puede terminar con decenas de vidas.
Por la cercanía con este tema, desde el periodismo y la docencia, he conocido los relatos de familiares que asumieron la custodia de niñas y niños por causa del feminicidio. A algunos los he visto crecer en redes sociales y siempre pienso en cómo serán sus vidas, con una huella tan profunda y sin políticas públicas que atiendan y entiendan lo que llevan por dentro. Bien valdría la pena que empezáramos a trabajar en esta dura realidad.
@pagope