¿Qué nos espera para el nuevo año en este complejo país llamado Colombia? Las apuestas son diversas. Hubo una época en que dos corrientes se disputaban el sentido del futuro. Por una parte, los marxistas estaban convencidos de que la historia marchaba ineluctablemente hacia el socialismo, cualquier cosa que ocurriera; y en la otra orilla estaban aquellos que, en el marco del modelo funcionalista diseñado por el sociólogo Talcott Parsons, consideraban que el modelo ofrecido por la sociedad de Estados Unidos era el referente del futuro de la humanidad.
Esto sucedía durante el período de los ‘30 años gloriosos’, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en el que los países del mundo desarrollado tuvieron los mayores indicadores de bienestar. Pero todo se derrumbó en la década de 1960, cuando irrumpieron nuevos conflictos, nuevos movimientos sociales, nuevas identidades, que pusieron en cuestión el optimismo reinante; y cuando el mundo socialista comenzó ‘a hacer agua’. A partir de ese momento sabemos que lo que ocurra mañana o pasado mañana no depende de fuerzas ajenas a nosotros, sino de nosotros mismos, es decir, de lo que hagamos aquí y ahora.
La llegada de un gobernante de izquierda al poder en 2022, por primera vez en la historia, no fue un ‘rayo caído en cielo sereno’. El desprestigio del gobierno de Iván Duque, la pandemia y el estallido social habían abierto una brecha en las formas políticas de dominación tradicionales y se había creado la ilusión del cambio. La nueva situación imponía tareas perentorias como es el caso, por ejemplo, de la reinvención del Estado, más allá del neoliberalismo, del totalitarismo e, incluso, del modelo del Estado de Bienestar. Sin embargo, lo que se demostró con el paso del tiempo es que no solo no sabemos hacer el cambio, sino que las fuerzas que se oponen a él son extremadamente poderosas. Y es allí, entonces, donde se dibujan las diversas apuestas por el futuro. ¿Qué nos espera en los años que vienen? ¿Cuáles serán las opciones para 2026?
El actual gobierno ha demostrado que las izquierdas aún no saben gobernar. Algunas cosas se han logrado, pero el empantanamiento inaudito en otras, la dificultad de encontrar consensos en puntos fundamentales, la resurrección de viejas prácticas clientelistas y corruptas, el saboteo proveniente de los mismos partidarios, han demostrado con creces que, más allá de la buena voluntad de los gobernantes, el país no se encuentra maduro para abocar las tareas que impone la nueva situación. En el marco de las negociaciones de paz, por ejemplo, los propios beneficiados con el proceso (los grupos armados) no colaboran. Y así vemos desvanecerse la ilusión de cambio que dio legitimidad al nuevo gobierno.
La apuesta de la oposición, por su parte, consiste en buscar la manera de que el gobierno fracase al costo que sea. Pocas veces un gobernante ha tenido tanta fuerza negativa en su contra. Una ola de movimientos ‘anti Petro’ recorre el país, apelando a las emociones más primarias de los ciudadanos, para producir desafecto con el grupo en el poder. La idea de que si le va bien a Petro, le va bien al país, no cabe en la mente de muchas personas. La ilusión que se encuentra detrás de esta actitud es pensar que lo sucedido durante la pandemia y el estallido social no es más que un ‘episodio pasajero’ y lo importante es ‘regresar al pasado’, a como dé lugar.
Y es allí entonces donde quiero formular la pregunta por el futuro inmediato. ¿Estamos en condiciones de regresar a un modelo ‘neoliberal a ultranza’, como el que se está imponiendo en la Argentina de Milei? ¿El problema de la creciente inseguridad nos puede conducir a justificar de nuevo una opción política del ‘todo vale’, como la que se presenta actualmente con Bukele en El Salvador? O, por el contrario, ¿la brecha que la pandemia y el estallido social abrieron sigue ahí reclamando una respuesta y el país buscará nuevas salidas? Como decía el filósofo Platón, ante la incertidumbre, preguntemos a los poetas, a ver si tal vez ellos tienen la respuesta. Muchas felicidades para todos.