Eso es lo que somos, y nada pudo representarnos mejor, en estos días felices en que la complicidad de un planeta que pide a gritos le salvemos hizo posible el milagro que despierta en las mañanas soleadas de esta Cali amada que anochece envuelta en la música, el festival y las tertulias. Somos esa flor que nunca muere, que se resiste a los embates, y es “capaz de soportar las duras condiciones de las temporadas secas y lluviosas”; la flor de pétalos que no se deshacen, la que adquiere condiciones eternas para conservarse siempre viva. Un regalo bello de la naturaleza, cuyo significado muchos desconocíamos hasta verla aparecer en el símbolo de la COP16, a la que tenemos tanto por agradecer.

Inírida, la flor originaria del Guainía, el departamento al que le cedió su nombre para bautizar su capital. Inírida, la que vemos surgir en cada rincón de la ciudad, para recordarnos que somos sede de la Cumbre de la Biodiversidad, pero sobre todas las cosas, que somos vida. La Inírida de los 36 pétalos que representan las 23 metas globales y las 13 ecorregiones colombianas, ha venido a reafirmarnos como ciudad inmortal, una ciudad donde florece la alegría y esa fuerza sublime que convierte todo en dulzura para estar, por un espacio de doce días que ojalá fuese eterno, en paz con la naturaleza, en paz con nosotros mismos.

Qué bonito ha sido ver la ciudad viva, vibrante, apasionada, sonriente. Qué bonito recorrer las postales que se cuelan en el celular, de tantas y tantos que posan al lado de la Inírida para decirle a sus seguidores, a sus fans, que están en la COP, que ¡somos de Cali, ve!, y que hemos estado a la altura de lo que se esperaba de nuestra hospitalidad.

Ya somos muchas las voces que nos hemos sumado a ese coro que elogia lo que esta cumbre citada para sanar los dolores del mundo nos ha dado, quizás sin proponérselo. Incluso, para algunos se nos vino la Feria antes de tiempo, y deberíamos sostenerla hasta el fin de año, ya entrados en gastos, para que ese estado de felicidad se sostenga.

Como la Inírida, hemos escuchado decenas de voces de mujeres y hombres venidos de los más diversos territorios del país para contarnos lo que pasa en sus hábitats, lo que necesitan para conservarlos, lo que les cuesta mantenerlos y lo que requieren para no claudicar en sus esfuerzos. Y ha sido bello, también, que nos recuerden con auténtica prosa y conocimiento ancestral que en las más pequeñas acciones de cuidado está el secreto para seguir disfrutando del paraíso que la creación nos regaló. ¿Por qué nos cuesta tanto comprenderlo?

Han sido decenas las discusiones en la Zona Azul, donde representantes del mundo deliberan en busca de acuerdos para la sostenibilidad. Y han sido cientos los testimonios de quienes caminan la Zona Verde del Bulevar, el Centro y sus alrededores los que nos cuentan que aquí están pasando cosas buenas; que el peatonalizar manzanas enteras es una grandiosa idea. Esta semana, escuchaba la voz de una compañera contar todo lo que vio al caminarla, al entrar a alguna conferencia, al visitar los stands, con tal emoción y convicción que lo repitió más de una vez, para animar a quienes no habíamos ido aún a que lo hiciéramos, porque ¡Caleño que se respete, tiene que vivir la COP16!

Inírida, aquí nos tienes, a tu merced, anhelando que esa mística que te envuelve, que esa inmortalidad que te habita y esa fortaleza que te sostiene se quede por siempre en nuestro espíritu y en este sentimiento genuino y puro de ciudad.

@pagope