Los hechos históricos posibilitan múltiples interpretaciones. Lo importante es sustentar los análisis. En el caso del conflicto armado colombiano, no sabemos si la sociedad ha avanzado en su superación, o bien si estamos retrocediendo. Vale la pena volver sobre interpretaciones de conjunto que pueden dar luces. Me impactó, desde que se hizo pública, la propuesta de paz del presidente conservador Belisario Betancur, quien habló de “causas objetivas y subjetivas” de la violencia en Colombia. Esta tesis subsiste hasta hoy, cuando se dice que debemos resolver problemas estructurales de desigualdad social y que hay sectores sociales, especialmente urbanos, que estiman injusta la situación y se rebelan, algunos de forma anómica.

Betancur ensayó una política de paz con las Farc y con el M-19, pero fracasó. Fue una propuesta humanista e ingenua que se encontró con la oposición de una parte de los grupos de poder y de los militares. También con una concepción de la guerrilla que buscaba fortalecerse en medio del conflicto. Pocos intelectuales de izquierda, entre ellos Estanislao Zuleta, percibieron que había llegado el momento de la paz y del desarme. Siguió en la presidencia Virgilio Barco con la idea de que la guerrilla debía deponer las armas para hacer oposición política legal. Buscó “tenderle la mano, pero mantener el pulso firme” con la guerrilla. Hizo una propuesta con cronograma y límites fijos, donde las concesiones programáticas se debían hacer ante el Congreso, con el apoyo del Gobierno y de grupos que hubieran dejado las armas.

También fracasó, pero durante su mandato apareció con fuerza inusitada el terrorismo del narcotráfico, el asesinato de candidatos presidenciales y de numerosos líderes de la U.P. que se proponían hacer política sin armas. Con el asesinato de Luis Carlos Galán, llegó a la presidencia César Gaviria y, en un hecho notable, se pudo formalizar una nueva Constitución con el apoyo de los conservadores, los liberales, el M-19, sectores independientes e indígenas.

Pasaron 11 años, desde 1982, para lograr una Constitución garantista de derechos que abría democráticamente el sistema político. Se inicia un ciclo de 15 años, hasta 2016, en el que las Farc asumieron que existía una ‘situación revolucionaria’ que podía dar lugar a la toma del poder. Pero aparecieron los paramilitares en toda la geografía nacional, agrupados al final en las AUC. El Gobierno de Álvaro Uribe hizo un acuerdo para desmovilizar a los paramilitares que habían golpeado duramente a las Farc y brutalmente a la población circundante. Uribe termina debilitando militarmente a las Farc y el Presidente Santos, su exministro de Defensa, propone un acuerdo de Paz con este grupo que se firma en 2016. En los últimos 8 años, el conflicto armado continuó con otros grupos que son difíciles de clasificar, según las motivaciones políticas o criminales de sus acciones. El Gobierno de Petro propone una política de ‘paz total’ con los diferentes grupos que no parece tener éxito hasta ahora, precisamente por la indefinición para dejar las armas, como si todavía tuvieran una justificación. Parece que estamos ante una guerra ‘sin fin y sin fines’ que se ensaña contra la sociedad. En el territorio, las comunidades urbanas y las rurales que buscan vivir en paz han sido por excelencia las víctimas de un conflicto armado ajeno, degradado y sin justificación.

N.B. Organizada por la Paz Querida de Cali y por la Tertulia, tendremos el privilegio de tener en el auditorio de la cinemateca al historiador Jorge Orlando Melo, quien disertará sobre: “Guerra y violencia en Colombia en el Siglo XX: justificaciones y razones”, el próximo miércoles 29 de mayo a las 6 p.m. Todos invitados.