Para comenzar, es justo destacar que el gran éxito del gobierno de Gustavo Petro es el reinicio de las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela. La norma general consiste en que los países guardan sus identidades, pero se entienden con sus vecinos. No se pueden desconocer los 2.219 kilómetros de frontera entre Venezuela y Colombia, con toda clase de interacciones. Así no nos guste Maduro, estamos condenados por la geografía a entendernos con él.
Como excepciones están los casos de las dos Coreas que llevan 60 años de rivalidad cuasi bélica; el atropello, militar y económico que desató Vladimir Putin contra su vecina Ucrania; y el incesante conflicto entre Arabia Saudita y Yemen.
Pero llegó la hora de examinar y entrar a revisión el vehículo que comanda Gustavo Petro desde el 7 de agosto de 2022. Es indudable que falta sincronización en este Gobierno, pues sigue siendo constante la contradicción de unos funcionarios frente a otros. El caso más lamentable de los últimos días fueron las declaraciones de Jaime Dussán, un radical y sesgado líder sindical nombrado para dirigir Colpensiones en un acto gubernamental que pareció dictado el 28 de diciembre, es decir, una inocentada.
La propuesta de Dussán consistente en que se construya con dinero de los pensionados el iluso, por decir lo menos, ferrocarril entre Buenaventura y Barranquilla. Esto provocó que el alto Gobierno lo silenciara casi de inmediato. El ministro Ocampo, la voz de la sensatez en este Gobierno, puso las cosas en su sitio al recordarle al locuaz funcionario que uno habla de asuntos de su competencia.
Es necesario un balanceo entre las aspiraciones del presidente Petro y la realidad de Colombia en el mundo. Por ninguna circunstancia nuestro país puede asumir, como lo pretende Petro, el liderazgo de la defensa de la selva amazónica. Se calcula que la deforestación le ha dejado a Colombia un poco más de 450.000 kilómetros cuadrados de selva, la décima parte de la extensión que cubre Brasil. Incluso Venezuela, Bolivia y Perú tienen hoy más extensión selvática que Colombia. El líder natural es obviamente Brasil.
Hay que alinear bien la dirección para que Colombia no se salga de la vía por la que siempre ha transitado. Fue un error monumental de Petro haber opinado sobre los sucesos del Perú, donde quedó demostrado que Pedro Castillo intentó dar un golpe de Estado. Menos mal que después del exabrupto la cancillería colombiana ha guardado prudente silencio.
Es preciso también revisar los amortiguadores. Ministra como la de Minas no ha entendido que la labor gubernamental exige coherencia y juego de equipo. Ella no puede andar a un ritmo y el resto del gobierno a otro.
Hay que regular la velocidad para que no se vuelvan a presentar aceleraciones desmedidas y locuacidades exageradas como la ocurrida con el anuncio de la paz total del 31 de diciembre de 2022. Algunos experimentados forjadores de consensos critican al gobierno por su afán de obtener la paz casi que por decreto. Cinco décadas en la ilegalidad han demostrado que el Eln no se deja encasillar. Nunca se debió establecer un combo de cinco agrupaciones en armas dentro del cual se incluyó con ligereza al Eln.
Tuvimos que pasar por la vergüenza de que un grupo armado desmintiera ante el mundo al presidente de nuestro país. Los vehículos no siempre responden a la conducción precipitada.