Esas asociaciones de individuos que persiguen fines similares son hoy un poderosos mecanismo de acción colectiva. Los hay con millares de socios, como los que siguen a los grandes equipos de fútbol y de otros deportes. Existen clubes sociales, de aficionados a la caza y a la pesca, de periodistas, de banqueros y un largo etcétera.
Hay clubes que adquieren ese nombre sin ser en verdad organizaciones. Tal es el caso del llamado Club de París, sitio de encuentro entre entidades multilaterales de crédito y países con alto nivel de endeudamiento, en cuyas reuniones se discuten las formas de mantener viable el desarrollo de los más atrasados.
También opera el Club de Roma, conformado por científicos, analistas y empresarios dedicados al estudio de los grandes problemas de la humanidad. Este espacio de pensamiento se ha volcado al análisis de los problemas de contaminación ambiental, y recientemente expresó su apoyo a la activista sueca Greta Thunberg.
Pero también actúan como clubes ciertos grupos de naciones, como el que puede denominarse Club de la Infamia, presidido, por supuesto, por la Rusia de Vladimir Putin, secundado por Bielorrusia y Corea del Norte.
Se trata de naciones agresivas en constante conflicto con sus vecinos.
El año 2022 pasará a la Historia porque un exespía oriundo de San Petersburgo, decidió por un capricho imperial tratar de reconstruir geográficamente a la extinta Unión Soviética. La tragedia de la invasión de Ucrania continúa golpeando a todo el mundo. El único aliado europeo de Putin es Bielorrusia, la que preside el dictador Lukashenko, y el eje lo completa la satrapía de Corea del Norte.
Ya bien entrado el Siglo XXI pocos se explican la persistencia del Club de los Misóginos. No hay ninguna razón válida, no hay ningún postulado religioso válido, no hay ninguna creencia válida que apoyen el empeño de Irán, Afganistán y algunos países de Golfo por mantener sojuzgadas a las mujeres.
Es inaudito que unos clérigos fanatizados impongan en Irán a las mujeres lo que deben hacer o no hacer, la manera de vestirse y qué adornos portar. El año 2022 también pasará a la Historia porque una nación de pasado milenario como Irán mantiene una “policía de la moral”. Y Afganistán, otro pueblo de mucho recorrido, obliga a las mujeres a dejar de estudiar.
Para tristeza nuestra, Colombia decidió ingresar al Club de los Entrometidos, junto con Argentina, México y Bolivia. Si existe un principio diplomático respetado en América es el de la No Intervención. El zigzagueante López Obrador se escuda en la No Intervención cuando le conviene. En las ocasiones en que se ha pedido a México una posición clara de rechazo a los violadores de derechos humanos del continente, AMLO se sale por la tangente.
Pero resulta que los astros de la izquierda delirante se acaban de alinear en su increíble apoyo al golpista Pedro Castillo. Está demostrado que el expresidente Castillo intentó dar un golpe de estado en el Perú. Las estructuras constitucionales peruanas funcionaron rápidamente para evitar el golpe y pusieron a Castillo en la cárcel.
López Obrador olvidó de un plumazo su repetido apego a la No Intervención y declaró para perplejidad de todos que México continuaba reconociendo como presidente de Perú al golpista Pedro Castillo. Es perfectamente válido preguntarnos: ¿Qué diablos hace Colombia en ese Club de los Entrometidos?