Desde los años 70 del siglo pasado Colombia ha vivido un constante proceso de concentración política y económica en la capital del país. Hoy Bogotá cuenta con 8 millones de habitantes que sumados a los que se han dispersado por poblaciones cercanas, pueden ser 10 millones. La tercera parte de la riqueza nacional se ha focalizado en lo que ahora llaman Bogotá-región.
Los empleos mejor remunerados se están ofreciendo en la capital, lo que lleva a muchos profesionales educados en la periferia del país a trasladarse a Bogotá, privando a sus regiones de origen del valioso aporte que ellos representan. Nuestro líder regional Ernesto de Lima siempre ha hecho hincapié en esta migración forzosa, tan perjudicial para la comarca.
En estas seis décadas Bogotá cayó en una malla de rencillas intestinas de sus líderes políticos más preocupados por impedir que sus rivales ejecutaran las obras necesarias que por tener y conservar una mirada de conjunto. Es así como el imprescindible Metro fue torpedeado por unos y por otros durante años, hasta que el exalcalde Peñalosa logró obtener las aprobaciones para adelantar la primera línea del sistema metropolitano de transporte.
Desde hace mucho tiempo se diseñó una vía enteramente justificada y razonable para desviar el tráfico interurbano por el costado occidental de la sabana de Bogotá. Es la conocida Autopista Longitudinal de Occidente, ALO, que desde la entrada sur en Soacha lleva el tráfico pesado hasta la parte norte en Zipaquirá. Pues ahora la errática alcaldesa Claudia López ha resuelto partir en dos la vía para llevarla de Soacha apenas hasta la calle 13.
Con estos pequeños esfuerzos desunidos no se va a lograr racionalizar el tráfico urbano en la capital. El caos de movilidad ha impulsado a miles de personas a escaparse hacia sitios vecinos, como Madrid, Mosquera, Tabio y Tenjo. Incluso a Fusagasugá y hasta Ibagué está llegando la migración de capitalinos. Algunos ciudadanos han optado por Villa de Leyva, Villavicencio y Barichara.
El modelo concentrador debe ser revisado. Las autoridades de planificación de Bogotá siguen partiendo de la base de que se necesitan cientos de miles de viviendas nuevas, mientras las evidencias de la saturación están a simple vista. Nuestro país no puede continuar con la dicotomía de un centro pujante y una periferia abandonada y muy pobre.
En este caso es forzoso poner en cintura a las fuerzas del mercado inmobiliario y constructor. Muchos desarrolladores de suelo se han acostumbrado a aprovechar hasta el más mínimo rincón de sus terrenos, olvidando que la gente necesita parques, zonas de recreación, campos deportivos y muchas y muy eficientes vías de comunicación.
La crónica sobre la concentración en la capital, sus efectos y sus errores, es plenamente aplicable a nuestra ciudad y su área circundante.
Contamos con la enorme fortuna de tener un trazado férreo que une a Jamundí, Cali, Yumbo y Palmira. La idea del Tren de Cercanías ya se está concretando y alrededor de ese propósito deben unirse los empresarios privados y las autoridades púbicas.
***
Los mandatarios de Bogotá y de Cali deben definirse. La señora López no puede criticar el pico y placa como candidata y aplicarlo en exceso como gobernante. Y el alcalde de Cali no puede abrir los festejos públicos y luego pedir que se cierren los colegios privados.