Es cierto que en la Grecia antigua algunas ciudades establecieron sistemas de democracia directa. El pueblo presente en plazas y calles tomaba las decisiones de gobierno. Se trataba de conglomerados urbanos que escasamente sobrepasaban las 200.000 mil personas.

Pero el mundo creció en población y complejidad. Las sociedades concibieron sistemas de representación para que el pueblo expresara a través de sus líderes la voluntad de optar por una u otra política.
Solamente por excepción las grandes masas se manifestaban en las calles.

Y no siempre la congregación de multitudes se refiere a hechos de gobierno. Hace apenas unos meses cinco millones de personas se reunieron en el centro de Buenos Aires para celebrar la obtención de la Copa Mundial de Futbol por Argentina.

Las aglomeraciones en las calles unas veces ganan y otras veces pierden. A pesar de la impresionante ola de manifestaciones en Francia, finalmente el gobierno de ese país decidió elevar el requisito de edad para pensionarse hasta los 64 años. Aquí el pueblo nunca tuvo la razón porque los cálculos demográficos y actuariales indicaban que mantener la actual política era inviable.

Hay que tener en cuenta, además, que Emmanuel Macron aspira a ser líder político de su país por muchos años. Macron tiene 45 años de edad y su carrera política perdurará por décadas. Dentro de 20 años, si el sistema pensional de los franceses llegare a colapsar, Macron no quisiera tener que reconocer que no hizo nada para cambiarlo.

Pero las calles también ganan. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu formó gobierno con las facciones más retardatarias y su propuesta de cambio a la estructura democrática del país soliviantó a la gente, en especial a los más jóvenes e ilustrados.

El primer ministro Netanyahu arrastra tras de sí un largo historial de acusaciones por malos actos de gobierno. Por ello su intención de quitar facultades al poder judicial fue interpretada como un amedrentamiento a los jueces para liberarlo de la presión de las investigaciones en su contra.

La reacción de las multitudes en Israel fue contundente. Ese país quiere continuar siendo la democracia de mostrar en Oriente Medio. Netanyahu se vio obligado a postergar su propósito de desarticular la división de poderes en Israel. Ganó la calle.

La verdad es que en las sociedades modernas con suficiente interconexión tecnológica son las redes sociales las que manifiestan en forma masiva el querer de las personas. Ahora son más bien piquetes bien adiestrados los que tratan de obtener resultados en calles y plazas. No más de 10.000 personas asaltaron el Capitolio en Washington el 6 de enero de 2021, en un acto que aún hoy conmueve al mundo.

Como lo malo se imita de manera rápida, el 8 de enero de este año unos 4.000 seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro invadieron los edificios del alto gobierno en Brasilia para protestar contra el resultado electoral que de nuevo favoreció a Lula da Silva.

Frente a las grandes poblaciones de Estados Unidos y de Brasil, el número de exaltados que protagonizaron los bochornosos incidentes es mínimo. Hay que tenerlo en cuenta.

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Posdata: Ahora resulta que para la ministra Corcho la culpa de las chambonadas, dogmatismos y torpezas que han rodeado el trámite de la reforma de la Salud, es de la prensa… ¡Recórcholis!