He insistido sobre la necesidad de fortalecer nuestras instituciones en el país, agobiado por el deterioro de sus estructuras públicas y privadas por cuenta de la baja credibilidad, producto de que a veces convertimos en deporte nacional demeritar el buen nombre y la confianza indispensables para que una sociedad avance.

Traigo a cuento lo anterior porque está haciendo carrera crear nuevas formas de entidades completamente exóticas, como las que se han denominado ‘Ecomunes’, dentro de la legislación del posconflicto, que actuarán en el mercado en franca competencia con entidades que lo han venido haciendo al amparo de la ley a lo largo de nuestra historia en el marco de un Estado de Derecho.

Quisiera mencionar hoy al cooperativismo que ha sido piedra angular para el desarrollo. Su papel es fundamental en esta nueva sociedad que se busca construir a partir del posconflicto. Los colombianos debemos apelar más a los proyectos colectivos que al individualismo, con el fin de legar a las próximas generaciones un país en paz, con base en la creación de oportunidades y bienestar para sectores tradicionalmente excluidos, y propiciar el desarrollo de vastas zonas de nuestra geografía que cuentan con gran potencial económico por sus recursos naturales y biodiversidad.

Se trata de un vehículo esencial para el crecimiento como ha ocurrido en otras naciones, como Brasil, en donde han tenido gran impacto las cooperativas agroindustriales en su desarrollo rural, en Uruguay donde han sido vehículo para el acceso a vivienda de calidad, en Perú y Colombia con la inclusión financiera o en Estados Unidos con la generación de energía, para solo citar unos ejemplos.

Se calcula que el sistema cooperativo genera 100 millones de empleos directos en el mundo y 250 millones indirectos, según un especial sobre este tema publicado en el diario La República.

En nuestro país son enormes los desafíos que tenemos con el fin de que más personas se beneficien del sector solidario para fortalecer el capital social, el liderazgo sobre todo en las nuevas generaciones, la equidad, la eficiencia en la ejecución de los proyectos transversales que demandan las regiones y la inclusión. Para que sea una fuerza firme que permita cambiar una realidad que nos golpea, a veces con dureza.

Sacar adelante un modelo de desarrollo para Buenaventura o para otras regiones del país en situaciones críticas implica luchar contra la exclusión y la desconfianza, a través del ejercicio colectivo de lo público, para resolver las necesidades más apremiantes de la gente, con criterios de equidad y sostenibilidad. Y es aquí donde el cooperativismo tiene un reto formidable.

Creo, sin duda, que este será un modelo fundamental para reconstruir el tejido social de zonas azotadas por la violencia y la pobreza, con foco en las soluciones, es decir, en el futuro, y no en el pasado.

Ray Kroc, responsable de la expansión de la cadena McDonald’s, afirmaba que “ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos”. Una frase poderosa que resume la esencia del trabajo colectivo que podemos (y debemos) ejercer los colombianos para cambiar la realidad, a través de redes de colaboración focalizadas o masivas, con el fin de que seamos nosotros quienes la reescribamos y no sectores con intereses particulares, que históricamente han monopolizado el discurso público.