Una de las grandes barreras para lograr resultados en la implementación de políticas públicas es que muchas de ellas se piensan y establecen desde el ámbito nacional, dificultando en ocasiones su implementación regional. Este no es el caso del trabajo que viene realizándose en materia de competitividad. Un ejercicio que viene aplicándose de manera inversa, logrando articular las regiones con el centro, con el propósito de impulsar el crecimiento económico y simultáneamente beneficiar la calidad de vida de sus habitantes.
El ejercicio de competitividad que se desarrolla en el país tiene la virtud de haber logrado aterrizar una política pública a la ejecución local, articulando quizá por primera vez las regiones en una sola voz, para crecer con sentido y con la firme resolución de que ese crecimiento no sea exclusivo del sector empresarial, sino de toda la población en su conjunto.
Es claro que los países más competitivos tienen en general mejores indicadores en términos de ingresos económicos, son más estables y resistentes a los impactos de las crisis y sus habitantes logran una mejor calidad de vida, estando más satisfechos con su entorno.
El mejor referente que tenemos en términos de los avances en competitividad, son las Comisiones Regionales de Competitividad. Desde el territorio, las comisiones se han convertido en el referente principal que articula y motiva consensos, e implementa las políticas públicas para el desarrollo empresarial y la productividad regional.
Y es que el desarrollo desde el territorio se ha convertido en un factor clave para el fortalecimiento del tejido institucional. Uno de los principales logros obtenidos en esta práctica ha sido conseguir que la inversión gubernamental corresponda las necesidades y prioridades departamentales, fortaleciendo el territorio y facilitando las oportunidades para que micro y pequeños empresarios accedan a recursos de fomento claves para su sostenibilidad y crecimiento.
El voto de confianza que los empresarios, el Gobierno y la institucionalidad le otorgan a las Comisiones de Competitividad implica importantes responsabilidades y retos para la dinamización de la economía regional y la solución de cuellos de botella que afectan al aparato productivo y a la sociedad en su conjunto.
Tal es el caso de las brechas de talento humano, que se reflejan en la disponibilidad de perfiles adecuados a las necesidades de las empresas, la empleabilidad de los jóvenes y las mujeres, frente a lo cual, la formación y educación dual se erigen como una estrategia pertinente, aproximando a las empresas, las instituciones de educación superior y el Gobierno, al desarrollo de programas acordes a los requerimientos de los sectores productivos prioritarios incrementando las oportunidades de empleo.
Es así cómo desde las regiones se vienen impulsando y articulando estas importantes iniciativas que nos permiten construir en conjunto desde el sector público y privado estrategias que realmente apunten a lograr un país más competitivo. Para ello es preciso confiar, lo cual es muy difícil en un mundo en el que no creer en nada, se ha vuelto parte de su supervivencia.