Este fue un buen año para el Taller de Escrituras Creativas Comfandi. Nos visitaron Roberto Burgos, Melba Escobar, Paloma Pérez Sastre, Juan Diego Mejía, Antonio Morales y William Ospina.Estudiamos el cuento porque le tengo confianza. Les impuse a mis alumnos la poética militar de Poe, el célebre borracho de Baltimore, y en represalia ellos me pusieron a leer cuento moderno: Chejov, Kafka, Carver, Abelardo Castillo. Estudiamos la crónica por su vocación narrativa y su papel en el periodismo y la historia. Recordamos que, si es larga, necesita varios puntos climáticos para mantener el interés del lector, y que suele poner el foco sobre el factor humano de la noticia. Le importa más el ‘quién’ que el ‘qué’. Acordamos que un buen ensayo debe tener puntos de tensión: controversia, primicias, posiciones incorrectas y buenas frases. Propias o ajenas. Por ejemplo el epitafio de Newton de Alexánder Pope: “¡Dios dijo sea la luz, y fue Newton!”.En esta materia hicimos un descubrimiento trascendente: el toque de un ensayista es su capacidad especulativa, su agudeza para ir más allá de la mera erudición. Como en este pasaje de la Yourcenar: “Adriano vivió en el siglo I. Los viejos dioses ya habían muerto, el nuevo Dios aún no nacía y los hombres estaban solos”. El ensayista que no especula es apenas un erudito que desperdicia la libertad del género. Un preceptista analógico lo resumiría así: la especulación es al ensayista como la imaginación al narrador.En el módulo de poesía estudiamos la imagen, el sentido y la musicalidad del poema. Exploramos todos los sentidos y reflexionamos sobre varios asuntos a través del lente del verso: la guerra, la militancia, la ciudad, la muerte, la belleza y el papel de las mujeres en la poesía, tema que se abordó a través de las poetas de la generación del 27. Hicimos un ejercicio macabro, escribimos nuestros propios epitafios. El hecho de apartarnos de la prosa y recibir esta cátedra de labios de una mujer (la poeta venezolana Betsimar Sepúlveda) introdujo una sensibilidad y una dinámica inéditas en el Taller.Estudiamos crítica literaria porque sin ella el taller se vuelve una tertulia gaseosa, una sociedad filatélica, el imperio del relativismo estético, del “me gusta”, “bellísimo”, “es un texto muy ameno”. Cualquier cosa, excepto una aproximación seria a la búsqueda de los resortes de la creación literaria. Sin criterios claros, ¿cómo puede nadie comentar o corregir un texto, tachar con buen tino un vocablo impertinente y encontrar el justo? Ganamos muchos premios dentro y fuera del país, y ahora reunimos las mejores piezas en Acoso textual, volumen publicado gracias a una beca de Mincultura. También hubo, claro, muchos ejercicios que “no alcanzaron el arduo honor de la tipografía”. Pero todos los textos, los excelentes y los discretos, nos enseñaron secretos de la composición literaria, fueron el nervio del Taller y nuestra manera de honrar ese viejo y entrañable instrumento, la lengua española. A riesgo de sonar ingenuo, me atrevo a decir que ahora, luego de un año de trabajo, somos mejores escritores y, lo que quizá sea más importante, mejores personas.P.D.: A las 7:00 pm sostendré, en el Centro Cultural Colombo Americano, un conversatorio con escritores y periodistas sobre ‘Nuevas audiencias en medios de comunicación impresos’. El motivo, histórico: la celebración de los 20 años de una revista espléndida, El Clavo. Sigue en Twitter @JulioCLondono