El domingo 22 de octubre Gabriel Ruiz, del blog NTC, recibió una llamada de Fabio Martínez, licenciado de Usaca y profesor de Univalle, quien lo llamó viejo loco, viejo gagá y viejo doblehp. ¿Por qué?
El 13 de julio Basilio Rodríguez, de la editorial española Sial Pigmalión, subió a Facebook el post de una edición de María “revisada y prologada” por Martínez, que compartió el post en su propia cuenta de Face. El anuncio decía que se “habían cotejado cuatro versiones de María, especialmente las dos más leídas”. Ruiz publicó la noticia en su NTC, y preguntó por inbox cuáles eran estas dos y cómo habían armado el texto para la nueva edición, pero solo recibió respuestas destempladas.
Ruiz volvió a preguntar, esta vez de manera pública, y calificó de pirata la edición. Minutos después, Martínez eliminó el post mariano, tomó el teléfono y escupió lo que escupió.
El martes antepasado Jotamario escribió en El País una columna en defensa de Ruiz, un periodista y poeta que lleva 18 años registrando en su blog los sucesos de la cultura en Colombia y el mundo, con equilibrio y buen pulso editorial.
El domingo, Martínez respondió: “Cualquiera puede publicar María (1867) porque ya pasaron más de 80 años de la muerte de Isaacs”. Sí pero no, profesor. Si usted fusila una edición y la presenta como propia, es un raponazo, o plagio que llaman. O piratería, si consigue un abogado hábil. Si lo suyo es una versión nueva, pruébelo.
Los derechos económicos caducan, pero los morales no. El autor tiene derecho a que se respeten, por siempre, los cambios que introduzca en los textos.
Sobre los insultos telefónicos, Martínez no dice nada, ni sobre las “cuatro ediciones” ni sobre las “dos más leídas” (?). Y lo que sí dice en el prólogo es descabellado: que la literatura del continente empieza con María. Olvida que antes de 1867 ya habían escrito en el Norte Emerson, Poe, Hawthorne, Melville, Thoreau y Whitman, y en el Sur Antonio Gonçalves Dias, Ascasubi y Sarmiento, y en Cuba Gertrudis Gómez de Avellaneda, y en México, doscientos años antes, sor Juana Inés de la Cruz.
Tampoco ha contestado Martínez los reclamos de Henry Éder, que le pidió pruebas de que Santiago Éder, el fundador de Manuelita, fue contrabandista de whisky y que se aprovechó de la ruina de los Isaacs para comprarles tierras a menosprecio, afirmaciones ligeras de Martínez en su biografía de Isaacs.
Este papelón de sacar una María andrajosa no le luce a un profesor de la misma Universidad donde María Teresa Cristina publicó su monumental edición crítica de María. Y mucho menos con una editorial de mediopelo, especializada en esquilmar autores del tercer mundo que mueren por poner en su currículo una edición europea, así sea de su propio bolsillo. (Reviso la página de Sial Pigmalión y encuentro que en los últimos seis meses de 2016 otorgó 24 premios de literatura, uno cada semana… todos a autores de su catálogo, todos de mediopelo también (sí, todas las editoriales hacen lo mismo, pero solo una vez al año)).
Utilizar una palabra tan bella como viejo para injuriar a una persona, delata ruindad. Que la utilice Martínez, quizá siete minutos más joven que Ruiz, es un tierno dislate. Ofender a un poeta de la estatura intelectual y moral de Ruiz, es una vileza. Que lo haga un profesor, prueba la degradación moral que padecemos. Y que el profesor gane puntos en el escalafón por un acto que va en detrimento del prestigio de su universidad, es algo que el Consejo Superior debería considerar.