A muchos nos tiene nerviosos el 444, decreto por el cual se crea un Fondo para la Mitigación de Emergencias, Fome. Sus objetivos son incuestionables: proveer recursos que garanticen el buen funcionamiento del sector de la salud y preserven la producción, el empleo y el crecimiento. Se trata, pues, de financiar las operaciones de la salud y la economía. Perfecto.
Los nervios obedecen a tres razones: 1) Parte de los recursos del FME serán tomados del Fondo de Pensiones Territoriales, es decir, dineros de las regiones. 2) El Fome estará bajo la tutela de Carrasquilla, el minhacienda. 3) El Fome efectuará “operaciones de apoyo de liquidez transitoria al sector financiero a través de transferencia temporal de valores y depósitos a plazo, entre otros”.
Aquí está el nudo: tomar dinero de pensiones (recursos de alta sensibilidad) para apoyar al antipático “sector financiero” no es una medida exactamente popular.
Sin embargo, hay que leer la nota inmediata: “Se consideran apoyos de liquidez los que se realicen a las bancas estatales de primer y segundo nivel”.
Uno lee esto y se tranquiliza… hasta que lee la nota de la nota: “El Fome también podrá invertir en instrumentos de capital o deuda emitidos por empresas privadas, públicas o mixtas que desarrollen actividades de interés nacional”.
Es decir que el Fondo puede apoyar a cualquier empresa, incluyendo los bancos privados, con el único requisito de que sus actividades sean de “interés nacional”, una condición loable pero gaseosa.
En suma, el decreto 444 tiene fines nobles y un alcance muy amplio, tan amplio como la magnitud del problema que pretende enfrentar y los sectores que quiere apoyar. Es un decreto que se presta, como todas las leyes nobles y amplias, para el pecado y la virtud.
Aunque lo ignoro todo sobre economía, ciencia oscura e infusa, me atrevo a afirmar que el decreto va en la dirección correcta, así tenga las fisuras que tienen todas las leyes y sus fondos corran los inveterados riesgos de malversación que corren todo lo que manos mortales tocan.
La parte que nadie entiende es por qué el Gobierno decide utilizar los recursos de las regiones en lugar de: A) Hacer préstamos al Banco de la República, cuya Junta controla. B) Pagar deuda externa con los 53.000 millones de dólares de reserva que tiene en Bonos del Tesoro Norteamericano, y liberar así recursos del presupuesto para financiar el Fome.
A estas alturas, es ingenuo pensar que el Estado puede diseñar políticas públicas sin contar con la banca y la empresa privadas. O que lo público y lo privado son ruedas independientes. Para bien y para mal, la banca es un jugador irremplazable y la empresa privada tiene, como dicen los irónicos, los milenios contados. Solo nos resta esperar que el Estado maneje el Fome con tino y probidad; que el sector privado sufra un ataque de grandeza y que el mundo empiece a girar hacia una economía social de mercado.
Nota. El Gobierno no puede errar ahora. Sería fatal. Y los que estamos en oposición debemos rodearlo, pactar una tregua y meter el hombro. Es torpe criticar per se todas las medidas del Gobierno. Este 'método' puede llevarnos a actuar como los que sabemos, esa facción que torpedea todas las iniciativas que puedan darles réditos políticos a sus adversarios.
El peor camino es el que nos lleva, por cálculo o por fanatismo, a parecernos al enemigo, a imitarlo en todo, incluso en sus gestos más mezquinos.