Esta columna no está dirigida a los partidarios del voto en blanco, una opción respetable, sino al resto de los electores, a los abstencionistas y a los que vacilan entre los dos candidatos porque piensan que “El lío con Petro es la incertidumbre… ¡y el problema con Ivancito son las certezas!” (Vladdo). A este vasto sector de la población, en el que me cuento, va dirigida esta reflexión.
Colombia tiene cinco grandes desafíos: vencer la desigualdad, combatir la corrupción, sacar adelante el proceso de paz, preservar el medio ambiente y fortalecer las instituciones. Sin un trabajo decidido en todos estos frentes, el país no será viable. Quizá podamos ser cualquier otra cosa, incluso un ‘país Ocde’, pero no una nación viable.
Veamos cada punto.
Sin ánimo de descubrir la humedad del agua, recordemos que la inequidad es la madre de todos los problemas sociales. Sin una distribución de la riqueza más justa, menos aberrante, no tendremos nunca paz ni un mercado robusto ni una movilidad social que le brinde a la gente horizontes de esperanza y posibilidades reales de superación. Piense usted en cuál de los candidatos tiene las mejores propuestas y la sensibilidad social necesarias para mejorar nuestros pobrísimos ‘Ginis’ de PIB, tierras, cuentas corrientes, etc.
Piense luego en cuál de ellos está mejor preparado en temas ambientales, cuál ha formulado medidas concretas para que hagamos un uso racional de los recursos naturales, cuál velará con más celo para que no tiznemos el aire, para que no enturbiemos las aguas ni arrasemos los bosques. Si usted consume con cierta frecuencia aire y agua, lo invito a que ponga en la balanza este factor.
Ningún país ha salido del subdesarrollo sin instituciones fuertes, sin un sistema de pesos y contrapesos eficiente. Piense en cuál de los dos puede fortalecer nuestras frágiles instituciones. ¿Considera que ninguno de los dos puede hacer nada en este sentido? Entonces mírelo así: cuál de las dos facciones está en capacidad de capturar los tres poderes públicos y llevarnos al abismo de la dictadura.
La corrupción es un sumidero sin fondo. No existen tesoros en el mundo capaces de llenar este agujero negrísimo. Ahí mueren los proyectos más divinos, las mejores intenciones. Como los pasados judiciales de ambos candidatos son limpios, miremos sus compañías. ¿Cuál de las dos facciones tiene un prontuario menos abultado? ¿Cuál tiene más pillos a su alrededor?
Califique a los candidatos en cada punto de cero a cinco y sume. El total le dará un criterio más objetivo que la mera emocionalidad y puede librarlo de la confusión que resulta al tratar de evaluar la gran cantidad de información (y desinformación) que circula en pro y en contra de los candidatos.
El 17 de junio solo votará la mitad de los ciudadanos habilitados. Una muy pequeña parte de esta cauda electoral ya decidió su voto porque tiene intereses en juego. Tiene, como se dice, “su vaquita amarrada” en uno de los dos corrales. La mayoría votará movida por viejos odios y viejos temores. Para ellos, todo se reduce a simplificaciones falsas y pérfidas: “Duque es pro-paraco”. “Petro es comunista”. Por esto, es importantísimo que el resto de los colombianos votemos a conciencia.
Piense en el agua, en el aire, en sus hijos, en las instituciones, póngase la mano en el ‘considere’ y haga el test.
De un voto tranquilo y razonado depende que sigamos cavando fosas o que empecemos a abrir los surcos del futuro de la Nación.
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