William Ospina estará hoy en el Teatro Esquina Latina, en el marco de Poesía en la Esquina, un programa diseñado por el dramaturgo Orlando Cajamarca y dirigido por la poeta Betsimar Sepúlveda, en un formato que ha sido muy bien recibido por el público: la escenografía cambia cada noche y sostiene un contrapunto particular con la vida y la obra de cada poeta invitado, y la función en sí tiene cuatro momentos bien definidos: en el primero, Betsimar hace un perfil-crónica del invitado; en el segundo conversa con él, en el tercero el invitado lee sus poemas y en el cuarto el público conversa con el poeta, y la noche se cierra con un coctel.

Por esta Esquina han pasado José Zuleta, Fabio Ibarra, Horacio Benavides, Alejandra Lerma, Elmo Valencia, Hernán Vargas Carreño y Harold Alvarado, Omar Ortiz, Gerardo Rivera, Jotamario Arbeláez. También el español Antonio de Villena y la guatemalteca Negma Coy. En noviembre vendrá la mejicana Marlene Zertuche.

La lectura de Ospina y su conversación con Betsimar empezará a las 7:30 de la noche.

Ospina leerá poemas de Sanzetti, un volumen suyo que aún no tiene edición nacional.

“Estrella tras estrella pueden medirlo todo/ pero ella teje un hilo que brota de sí misma./ En el grano de arena crece lo inabarcable/ y a orillas del acero se despereza el sueño.

“Mira el vuelo atrapado en milenios de ámbar/ mira antiguas antorchas dibujando al bisonte./ Si de leguas de templos un dintel sobrevive/ qué más da que la Luna se refleje en la espada.

“Borra el nombre del rey en los libros del cielo/ diente a diente la fama borra su propia sonrisa/ dura igual la campana que un temblor en el agua/ lo más firme se suelta como lluvia en la arena”.


(‘Límites’, de Sanzetti, Barcelona, 2018)

Este libro marca un regreso al origen, porque lo primero que Ospina escribió fue poesía. Luego el azar y el mercado le impusieron otros ritmos. Sus ensayos de humanidades se volvieron textos de estudio en las universidades (La franja amarilla. Es tarde para el hombre. Los nuevos centros de la esfera) y sus libros de crítica literaria renovaron un género que no se aireaba en Colombia desde los días de R. H. Moreno-Durán (Esos extraños prófugos de Occidente. Por los países del Viento. La  escuela de la noche. La herida en la piel de la diosa). Luego lo absorbió un proyecto narrativo de 1500 páginas, su vasto tríptico sobre la Conquista de América, una historia íntima de los invasores.

Pero ya sea en prosa o en verso, en ensayos o narraciones, Ospina no ha dejado de meditar ni un minuto sobre su país y el mundo, sobre el poema y la noticia, sobre el arte y la educación, sobre el arado y la estrella.

No es difícil adivinar que Ospina volverá sobre estos temas esta noche, y sobre la muerte, que le ha arrebatado en los últimos años a varios de sus seres más queridos. Escucharemos las reflexiones de un señor que habla en prosa y le preocupan la suerte del río y la flor, del cóndor y la hormiga, del soldado y el campesino.

P.D.: Hoy comienzo una correría por los municipios del Valle para cumplir mi ‘Cita con los maestros’, una idea de la Secretaría de Cultura del Valle que busca establecer diálogos de los artistas y los escritores con los vallecaucanos. Estaré a las 10 de la mañana en la casa de la cultura de La Victoria, el 30 de octubre iré a Vijes y Yotoco, el primero de noviembre a La Unión, el 7 a Cali y el 8 a Roldanillo.

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