Kamala Harris, la probable candidata a la presidencia de los Estados Unidos, presenta una ventana de oportunidad para las mujeres de este siglo. Ya no está en juego ser iguales a los hombres, como le correspondió a Margaret Thatcher. Las mujeres somos distintas, tenemos la capacidad de ser madres y ejercer durante nuestras vidas la ética del cuidado: “A cada cual de acuerdo con sus necesidades”, a diferencia de la ética de la justicia: “A cada cual de acuerdo con sus capacidades”. La ética del patriarcado lleva a la competencia desaforada, al enriquecimiento excesivo, a la codicia y finalmente a la guerra que hoy, con las armas disponibles, podría acabar con la vida humana.

Kamala tiene su origen matriarcal. Su padre, un jamaicano, y su madre de la India, ambos intelectuales que llegaron a Berkeley, en California, a hacer estudios de posgrado. A la edad de 5 años, recuerda Kamala, sus padres se divorciaron y fue su madre, Shyamala Gopalan, científica, investigadora sobre el cáncer, quien sacó adelante a sus dos hijas. Kamala dice que recuerda visitar a la India, donde tías y abuela vivían en conjuntos matriarcales. Debe su éxito a su progenitora, ya fallecida, que no solo les inculcó el deseo de superarse, también la seguridad para salir adelante como mujer afrodescendiente, en el complicado medio de la adjudicatura y la política. Viene de una familia matriarcal moderna que hoy se llaman de mujeres cabeza de familia.

En su nativa California ejerció como primera mujer fiscal general y tuvo que decidir casos complejos sobre acoso sexual, violaciones y sobornos, parecidos al que se le acusa a quien sería su contrincante en la batalla hacia la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump. Tienen los estadounidenses en sus manos la salvación no solo de su país, sino del mundo entero, azotado en este siglo por guerras patriarcales y dirigentes ególatras y genocidas como Putin, Netanyahu y Hamás. Las mujeres somos más de la mitad del mundo. Más de la mitad de los votantes americanos. Como dadoras de vida tenemos en nuestras manos conservar un planeta vivible, verde, donde se respete el medio ambiente, donde se ejerza la ética del cuidado y no se apriete el botón de la destrucción y esa opción no la da Trump, por el contrario, con el sería muerte y desolación.

En Venezuela las mujeres votaron por Chávez, no creyeron en Irene Sáez y no porque su voto estuviera ligado al de sus maridos, sino porque como género poco nos apoyamos y tenemos la tendencia de seguir los lineamientos políticos creados por el estado patriarcal, partidos de izquierda, de derecha, nazis, comunista, sin entender que las mujeres somos distintas y con el apoyo de todas queremos un mundo sin guerras, donde nuestros hijos no sean carne de cañón, donde no solo haya paz, sino calidad de vida, aire respirable, agua potable y alimentos no modificados genéticamente para nuestros hijos e hijas. Siempre y cuando el planeta sobreviva la era del patriarcado.