La campaña presidencial en Estados Unidos está a toda marcha. Empezó el mes pasado en Iowa el complejo calendario de las primarias demócratas y republicanas, que culmina con las convenciones de los partidos, en julio la republicana y en agosto la demócrata, donde se formalizan los candidatos.
Por el momento lo serán el presidente Joe Biden y Donald Trump los contendores, a pesar de las avanzadas edades y limitadas capacidades, pleitos y demandas por ambos lados. En el lado demócrata, nadie se le midió a competir con el presidente. Para los republicanos, casi todo el ramillete de precandidatos, desde el exgobernador Chris Christie hasta el anterior vicepresidente Mark Pence se ha retirado. El candidato independiente Robert Kennedy se está quedando sin dinero y sin aire, y en el partido de gobierno no hay rivales. Por ahora la campaña parece una copia de la anterior.
Sin embargo, tallándole al formidable Donald, permanece en el ruedo Nikki Haley de 51 años. Hija de inmigrantes de India, Nimrata Nikki Randhawa empezó su carrera en el sector privado y entró a la política de Carolina del Sur en 2004. Fue Gobernadora de Carolina del Sur, y luego fue nombrada Embajadora en la ONU en la presidencia de Trump. Haley, lejos de retirarse, ha prometido quedarse hasta el final. Todas las encuestas y los pronósticos indican que no tiene forma de ganarle a Trump, y quizás ni siquiera pueda ganar la primaria de su propio Estado.
Muchos se cuestionan por qué no se retira cuando tiene todo en contra. Lo cierto es que aunque no tenga opciones, está haciendo daño a la campaña de Trump al mostrarse como una figura moderada de su partido, una especie de ‘republicana normal’. Es también la única candidata que se atreve a criticar al expresidente sin miedo de enojar a la banda más extrema del partido, una movida respetable y que cae bien entre los votantes moderados.
Haley se ha dedicado a buscar votos entre los de centro, y especialmente los veteranos, al mostrar las mentiras y contradicciones de su rival, su falta de principios y de experiencia militar. Su apoyo firme a Ucrania subraya el peligro de la amistad de Trump con Putin, y sus políticas tradicionales tranquilizan a los indecisos. Sin duda es una voz llamativa, incluso para los demócratas preocupados por la salud de Biden y aburridos con la izquierda demócrata. En un ambiente de polos opuestos, Haley, siendo conservadora, logra representar el centro. Las encuestas incluso la muestran derrotando a Biden en el voto general.
La apuesta de Nikki Haley es arriesgada, pero no es totalmente descabellada. Sus donantes siguen contribuyendo a su campaña y tiene dinero suficiente para aguantar. A pesar de su mal desempeño en las primarias, y la enorme fuerza que arrastra la marca Trump, su presencia tiene un objetivo: convertirse en candidata, el expresidente cae ante los múltiples líos legales.
Es difícil que lo logre, especialmente con derrotas en su propia casa y frente a un electorado que apoya más a su candidato con cada demanda que enfrenta. Sería curioso y bienvenido que la primera mujer presidente de Estados Unidos sea la que le daña el caminado al político más conocido del mundo.