“Suficiente ha sufrido la ciudad para dividirse en un montón de candidatos. Esta ciudad se merece el mejor Alcalde”.
Más allá de que usted simpatice o no con la controvertida senadora vallecaucana María Fernanda Cabal, con esta frase pronunciada esta semana en la Plazoleta Jairo Varela, tiene absolutamente toda la razón. No es la primera que lo dice, pero su mensaje resonó porque lo dijo en medio de las manifestaciones del pasado martes.
Sin duda, las elecciones regionales del 29 de octubre serán trascendentales, no solo porque medirán las fuerzas políticas del gobierno del cambio y su coalición, frente a los partidos de oposición, sino porque en ciudades como la nuestra hay una enorme expectativa frente a quién liderará los rumbos de una Cali atribulada por la desazón y la indignación, y que urge de una administración que le devuelva la confianza, el liderazgo nacional, la reactivación social y económica y la transparencia en lo público.
Quizás esas ganas de darle un vuelco positivo a la desesperanzadora realidad sea el principal motivo por el que a la fecha haya más de 30 aspirantes a gobernar la ciudad. Es un derecho legítimo, y es parte de la democracia. Ni más faltaba querer coartarlo. Se nota que hay una necesidad de cambio y ello se refleja en que tantas personas emprendan una campaña, que sin duda cuesta muchos esfuerzos y dinero.
Y en el caso de Cali, que haya varias precandidatas, fortalece el camino a la equidad, que tanto ha costado en campos como la política colombiana, donde ha sido a punta de la llamada discriminación positiva (acciones dirigidas para disminuir la desigualdad) como han logrado ser parte de ternas, listas y gabinetes paritarios, no solo por ser mujeres sino por estar capacitadas para dichos roles, cuando históricamente han tenido menos oportunidades.
Ya dicho lo positivo de tener un sonajero tan grande, y con el debido respeto que merecen todas las voces, es bueno recordar que la democracia no solo se construye con participación plural sino con la capacidad de sumar y llegar a consensos. Eso que a veces parece tan difícil pero que es absolutamente imprescindible.
Nos hemos acostumbrado a hablar solo para quienes nos aplauden y no para quienes nos disienten. Y ahí vemos gobernantes locales y nacionales presos de la soberbia, con sus incendiarios discursos, aumentando la polarización y el enojo social. Se olvidan de que gobiernan para quienes votaron por ellos y para quienes no, también.
Esta semana, el 29 de junio para ser más precisos, inician las inscripciones de candidaturas, con aval o por firmas, e irán hasta el 29 de julio. Estamos ya a cuatro meses de ir a las urnas. Así que sería bueno que las campañas empiecen a mirar sus posibilidades reales y similitudes con otras para que no lleguemos a octubre con una chorrera de candidaturas, muchas de ellas solo con el objetivo de ‘hacerse contar’.
No es para hoy ni para mañana, pero piénsenlo con tiempo, antes de llegar atomizados a unas elecciones cruciales para Cali, de las que esperamos tanto quienes queremos que la ciudad esté bien, tras años tan duros donde se agudizó la división, y un estallido social que nos dijo tanto de lo que lo somos y lo que debemos cambiar.
Ojalá haya sabiduría para deponer intereses particulares y sobre todo para hacer una campaña de propuestas y no de escándalos y peleas, porque de eso ya hemos tenido suficiente.