Por: monseñor Edgar de Jesús García Gil, obispo de Palmira
El Papa Francisco ha enviado una hermosa reflexión para estos días de Cuaresma y ha evocado los cuarenta años del paso por el desierto que el Pueblo de Israel experimentó desde que salió de la esclavitud del Faraón en Egipto, hasta que conquistó su libertad en la tierra prometida que Dios les ofreció.
“La Cuaresma es el tiempo de gracia donde volvemos a vivir el lugar del primer amor (cf. Os 2,16- 17). Como un esposo, Dios nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor en nuestros corazones”.
El camino cuaresmal es el tiempo para escuchar de nuevo las preguntas de Dios: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). En esta sociedad individualista y mecánica hemos perdido la sensibilidad de saber quiénes somos, dónde están nuestros hermanos y para dónde vamos. “Es una colonización que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas”.
En estos días de Cuaresma acojamos este paso por el desierto como un tiempo fuerte para escuchar de nuevo la Palabra que nos dice: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2).
“Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. La Cuaresma es un tiempo de luchas: El sentirnos omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás es una seducción mentirosa. Es un camino trillado, que nos apega al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas”.
Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo.
La Cuaresma es también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados.
También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). “Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas”. Algunas reflexiones del Papa Francisco para Cuaresma.