Faltan pocas semanas para el inicio de 2025 y el nuevo año será, como siempre, una nueva oportunidad para los nuevos comienzos. Quienes más deberían pensar en los errores cometidos en este año y en evitarlos en 2025 son los partidos políticos que componen la oposición.
Lo digo porque pocos sectores del debate público se habían enfrentado antes a un gobierno que se equivocara tanto, casi siempre desde la chambonada y la improvisación. En otros tiempos, oposiciones más organizadas y coordinadas (como la que ahora gobierna, o la del uribismo hace diez años) hubieran aprovechado una coyuntura como estas sin perder la menor oportunidad. Esta vez, a pesar de que varios dirigentes opositores han liderado sus agendas desde la decencia, la altura y los argumentos, muchos otros se han tomado la vocería del sector desde la grosería, la bajeza, y, sobre todo, desde un sectarismo que solo divide. Esto podría funcionar si su objetivo fuera mantenerse en el Congreso como una fuerza opositora, pero no podrían estar más equivocados en su estrategia si la tarea es ganar el poder en 2026.
Las cosas están lejos de salirle bien al gobierno. El día a día de la administración se ve definido por un desorden que recuerda al paso de Petro por la Alcaldía de Bogotá, mientras la ejecución se queda en un segundo plano y la retórica sigue siendo la prioridad. La desilusión de los electores es crecientemente clara, como cualquier sondeo de la opinión ciudadana puede corroborarlo. Pero sería un grave error que la ciudadanía subestime al gobierno por su baja aprobación en las encuestas. Aun desde niveles cercanos al 30 % de aceptación, un presidente que mantiene una base electoral fiel y se enfrenta a una oposición dividida tiene un inmenso margen de maniobra en un proceso electoral. Sea quien sea el candidato apoyado por el presidente Petro, está lejos de estar derrotado, aun ante las complejas condiciones que vive el Gobierno Nacional.
Pero este no es el único frente desde el cual la oposición debe evitar los triunfalismos. Entre más se acerque el año electoral, los congresistas menos le caminarán a la agenda del gobierno nacional desde el Congreso, como ocurre al final del periodo de todos los mandatarios cuya popularidad se ha visto reducida. Esto puede llevar a que reformas tan controvertidas como la de la salud vuelvan a enfrentar derrotas en el legislativo, que sin duda harán sentir a la oposición como si fuera ganadora, aun cuando esté lejos de ello. Por otro lado, este eventual distanciamiento del gobierno con el Congreso tampoco afectará demasiado al presidente Petro, pues le daría pie a su argumento predilecto: el de denunciar que el legislativo bloquea las reformas “del pueblo”.
Todos los sectores de la oposición, desde el moderado centro-izquierda hasta la más ortodoxa de las derechas, coinciden en que al paso en que avanza, el actual gobierno cada vez pone más en riesgo los cimientos de la economía y la institucionalidad colombiana. Sin embargo, su propuesta para contener desde la democracia al partido de gobierno en 2026 ha sido desastrosa. Mientras los más radicales se quedan en puntos anacrónicos y los moderados parecen encerrarse en purismos absurdos y excluyentes, la ciudadanía inconforme pide a sus dirigentes escoger candidatos capaces de representar a un espectro tan amplio, lejos del fanatismo. Esto solo será posible desde discursos que puedan bajarle a la división y aportar a la unidad, en vez de mantener vivos los antagonismos que tanto han desgastado a la ciudadanía.