Cincuenta años de la Universidad Autónoma de Occidente, plasmada en el libro ‘La forja de un sueño’, narrada por su gestor durante este medio siglo, Luis H Pérez es un testimonio vivo de que las metas y los sueños sí se pueden realizar, si existe convicción, pasión, disciplina, visión y espíritu para superar contratiempos, dificultades, palos en la rueda.
Como un Quijote en busca de su estrella, Luis H inició su sueño hasta que se hizo realidad. Recuerdo cuando lo conocí, finales de los 60, como decano de Psicología en la Universidad del Valle. En su hoja de vida ya figuraba como odontólogo y psicólogo, carreras estudiadas simultáneamente en Bogotá y una maestría en Educación en la Universidad de Michigan.
Fui alumna suya junto a otras señoras que no concebíamos nuestro único destino: ser amas de casa, parir, criar hijos y morirse en estado de santidad. Luis H, Josué Ángel Maya y Andrés Sevilla nos enseñaron a pensar, a ver la vida con otros ojos. Nunca tendré como agradecérselo, él lo sabe.
Este libro, escrito con el corazón, nos lleva de la mano por esta gesta que parecía imposible. Desde sus inicios en el barrio Champagnat, la Fundación en Aguablanca, sus distintas sedes, hasta la llamada telefónica de Hugo Lora Camacho pidiéndole a Luis H que escuchara la propuesta de unos jóvenes y la solución a la financiación para la Universidad Autónoma de Occidente.
Hugo Lora Camacho, fundador de la Fundación para la Educación Superior, conocida posteriormente como FES, fue clave en la forja de este sueño.
Hugo, visionario, de una inteligencia brillante, se convirtió en la mano derecha de Luis H Pérez, hasta el último momento de su vida, víctima del Covid-19, dejándole a Cali un legado inmortal en cuestiones educativas. Un ser humano irrepetible y amigo incondicional.
Me robo unas palabras de Luis H Pérez, al final de su libro, ya no en calidad de rector, sino desde el remanso de su hogar.
“Reviso las pruebas editoriales detrás de algún gazapo que nunca falta. Con un lápiz rojo marco en las galeradas, las inquietudes que aún subsisten, pero sé también que no puedo quedarme eternamente en su exhaustiva revisión. Lo que fue, ya fue, dice el dicho.
Mientras avanzo en la revisión, miro a Silvia a contraluz, junto a la mesa del comedor enmarcada por la transparencia de la ventana. Sonrío en silencio y la recuerdo como hace cerca de 50 años, cuando entró por primera vez a mi consultorio de odontología, luego un helado, después un almuerzo, alguna salida al cine”...
Gracias, Luis H. Cali y Colombia tienen una Universidad Autónoma de Occidente, faro y orgullo nacional e internacional. Ese arco seguirá dándole la bienvenida a futuros jóvenes apasionados por el conocimiento, la ética y la creatividad. Quiero darte un abrazo fuerte lleno de mensajes intangibles, más allá de las palabras. Mientras tanto, va esta columna inconexa, pero llena de cariño y admiración.