El alcalde de Cali, Alejandro Eder, anunció que presentará para aprobación del Concejo de Cali un empréstito por $3,5 billones de pesos. Una cifra bastante elevada considerando el revuelo causado cuando esa corporación le aprobó al exalcalde Jorge Iván Ospina hace apenas 4 años, un empréstito mucho menor por $650 mil millones de pesos. Algunos podrían endilgarle a Eder hipocresía al criticar a su antecesor durante el empalme por haber dejado una ciudad “endeudada en $1,2 billones de pesos y recursos comprometidos hasta el 2030″. Entonces… ¿Qué cambió?

Lo primero que debemos aclarar es que el problema real de la deuda en las finanzas públicas nunca es el monto en sí, sino la sostenibilidad fiscal de sus pagos. Es decir, asumiendo que la deuda se pacte en los mejores términos posibles y que los recursos sean bien invertidos, de manera eficiente y transparente, lo que hay que cuidar es que exista capacidad de pago, y que estos no asfixien la operación normal del ente territorial.

Seamos sinceros. El tema de la deuda con Jorge Iván no era tanto el monto, sino la desconfianza. Desconfianza que surgía de la falta de perfil detallado de los proyectos a financiar con ese empréstito. Pero sobre todo, suprema desconfianza en la ejecución transparente de esos recursos; desconfianza bien ganada, por cierto.

Con Eder el escenario es diferente. En buena parte porque nadie lo acusa a él de ser ladrón o malversador del erario público. Incluso sus críticos reconocen su integridad. Además, quienes lo conocemos sabemos que es visionario en la planeación, pero también aplicado y persistente en la ejecución. Aquí hay confianza, y bien ganada, por cierto. Contrario al cuasi cheque en blanco que el Concejo le giró a Ospina, aquí la corporación se va a ver es inundada con docenas de proyectos, concebidos y estudiados en colaboración con la banca multilateral, los mejores centros de desarrollo urbano del mundo, la academia, el gobierno nacional, y Propacífico como articulador y portavoz del sector privado.

Para mencionar solo algunos proyectos; el Tren de Cercanías, la recuperación de la Malla Vial de la ciudad, la prolongación de la Avenida Circunvalar, la nueva Vía al Mar, la recuperación de la Avenida Sexta, y la renovación del Centro Histórico. Pero quizás más relevante, se destaca la intervención de la infraestructura pública en salud y educación al borde del colapso, así como los programas en bilingüismo, oferta de vivienda, parques, y actividades deportivas y culturales.

Esto no significa que la discusión no deba darse en el Concejo, ante la ciudadanía y los medios, con toda la rigurosidad. Esto incluye el monto de la deuda, así como su perfil en duración, interés promedio, y pagos anuales. Adicionalmente, deberíamos saber disponibilidad de caja restante para administraciones futuras. Y si las cuentas no dan, tendrá que ser recortada la cifra.

Pero como caleño sí creo que tenemos una oportunidad de oro para catapultar la ciudad. Los astros no volverán a alinearse tan fácilmente; tenemos en este momento un alcalde con visión y empuje, una confianza ciudadana en su transparencia y gestión, proyectos madurados y estructurados, y el respaldo del gobierno nacional (por ahora y así sea en palabras).

Es posible que las próximas administraciones queden algo estrechas en su margen fiscal a raíz de este empréstito. Pero salvo una excepción en los últimos 20 años, a cada alcaldía buena la ha sucedido una pésima. Y todas han contraído deuda adicional, como seguramente lo harán las futuras. Yo, por mi parte, prefiero que lo haga Alejandro Eder con transparencia, buenos proyectos, y buena ejecución. ¡Llegó la hora de Cali!