Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, arzobispo de Cali
Los cristianos damos inicio a un tiempo sagrado, muy especial, llamado cuaresma. Cuarenta días durante los cuales vamos a disponer nuestra mente, nuestro corazón, nuestro cuerpo, en resumen, todo nuestro ser, para vivir plenamente el gran misterio de la pascua del Señor.
Es una nueva oportunidad para que, poniendo la mirada en Jesús, muerto y resucitado, pongamos también la mirada en el interior de nosotros mismos, y seamos valientes para reconocer e identificar nuestras debilidades, nuestra flaqueza, y la necesidad que tenemos de la conversión para recuperar la vida en plenitud.
La conversión significa, entre otras cosas, cambiar de dirección, cambiar el rumbo, hacer un giro. Y para tomar la decisión, es necesario dar un paso, hay que parar, mirar a todos los lados, discernir hacia donde girar. El parar es clave en todas las dimensiones de la vida. El parar, que en el lenguaje de la cuaresma cristiana se asimila al desierto, es el espacio que nos damos para que actúe tranquilamente el Espíritu en cada uno, y nos ayude a discernir qué es lo mejor, qué es lo que se necesita, y hacia dónde queremos avanzar con nuestro proyecto de vida.
El pasado miércoles de ceniza, se escuchó de quienes la imponían el mensaje: “conviértete y cree en el Evangelio”. Es como si Jesús nos estuviera diciendo: “Cambia tu manera de pensar, para que cambies tu manera de vivir. Pero cambia desde dentro, no a la manera de un disfraz o maquillaje que hoy se pone y mañana se quita. El cambio debe ser sincero, por eso la palabra clave es metanoia, es decir, cambio desde lo profundo del alma”.
Y eso es lo que muchos necesitamos, en este país y en el mundo entero. Es necesario que demos espacio a una cosmovisión distinta en donde el centro de todo sea la persona, que vista con los ojos de Dios es aquella que, no importando su color, su condición social, su pensamiento, etc., tiene una dignidad de persona que la hace igual a todos, en todo. Tal vez una de las causas que subyace en la actual crisis de humanidad que vivimos es que estamos poniendo otros intereses por encima del ser humano y del bien común, en particular los económicos y los ideológicos que impiden, necesariamente girar en favor de la verdad y la justicia. Lo malo, y eso es necesario decirlo, es que suele utilizarse la defensa de la persona humana y su dignidad con un discurso retórico que, a primeras luces, convence, pero luego defrauda. Alguien decía que puede haber situaciones en que se siembren esperanzas y se cosechen frustraciones.
Es necesario hacer un pare. Este tiempo de la cuaresma nos sirva para darnos el espacio al desierto para tomar sabias decisiones. Se está volviendo común el que se diga que tal o cual grupo está en retiros espirituales. Y muchos cristianos han hecho retiros animados por grupos y movimientos apostólicos. Quienes los han aprovechado saben que el pare de esos días de desierto cambia vidas.
Que nadie, en todas las instancias de nuestro vivir, evite el desierto. Hay que valorar el acto de hacer un pare para revisar la vida y darle la orientación que requiera para liberarla de todo lo que le impida ser feliz. Vivamos así la cuaresma 2024.