El miedo es el mayor torturador, la causa de mayor infelicidad, y el más silencioso de los enemigos de la realización personal. Un ejemplo recientemente descrito, el miedo a la soledad, humilla a las personas y las aferra a relaciones destructivas, inconvenientes o totalmente insatisfactorias. Otros ejemplos son el cónyuge dominado por alguien que no le proporciona más que aburrimiento o maltrato; la esposa de un machista descalificador, seductor de oficio, egoísta, o vicioso incurable; el narcisista prepotente y desleal, etcétera. Estos son apenas unos pocos ejemplos de la sorprendente e incomprensible permanencia de relaciones que por lógica se deberían haber terminado mucho tiempo atrás.

La atadura a relaciones poco convenientes no tiene una explicación racional. Está pegada con el cemento de la fantasía del sueño adolescente. Es idealizar. Es pensar con el deseo de la felicidad completa (“Acabo de conocer a esta persona, y es espectacular, es lo mejor que me ha pasado en mi vida”). Esa luna de miel se termina más pronto que tarde, especialmente cuando esa persona tiene las características descritas. Pero una vez la relación se ha cimentado, la idea de terminarla es asustadora incluso cuando se trata de desprenderse de algo fundamentalmente destructivo.

Tal terquedad no se explica ni por amor, pues éste exige reciprocidad; ni por masoquismo, que requiere placer en el sufrimiento; ni por sumisión, pues hay relaciones de dependencia que pueden dar alguna satisfacción. Va en contravía de una adultez sana y feliz; no se basa en ambiciones racionales, justas y lógicas.

Como una posible explicación a esta incógnita, es importante destacar la asociación del miedo con la fantasía. En especial en el campo afectivo, cuando domina la ensoñación sobre lo real, las personas tienden a tomar decisiones que a la postre salen mal, pues se utilizan juicios ilusorios para evaluar las circunstancias y las personas.

Una persona fantasiosa tiende a enamorarse de alguien que no le conviene, pero a quien ve como muy deseable. El resultado es una relación mediocre que toma lugar muy a pesar de las recomendaciones de los allegados, basadas en juicios serenos. Muchas de estas relaciones perduran, tercamente, gracias a un espejismo más fuerte que la realidad objetiva que demuestra su inconveniencia, pero tarde o temprano quedan en evidencia.

El miedo es en esencia el temor al cambio, al futuro, al rechazo o a la soledad. En resumen, el miedo es temor a la independencia y a la libertad. Cuando la fantasía se une al miedo, salir de una relación inapropiada se torna muy difícil.

Para lograr la liberación se requiere que la persona se fortalezca. Es decir que:

*No siga tapando el sol con las manos.

*Quiera dar el primer paso.

*Acepte la realidad.

*Tenga el deseo de salir de la prisión que se ha construido.

*Entienda que no está condenada para siempre a un destino mediocre.

*Sepa que ese miedo que se ha hecho natural, ha sido impuesto por su propia debilidad.

*Acepte que sufre de una adicción al miedo.

*Entienda que las costumbres pueden cambiar; que son superables.

*Esté dispuesta a mirarse a sí misma.

*Entienda que una buena elección requiere un juicio equilibrado.

*Crea en sí misma.