Las dos últimas elecciones de mesas directivas del Congreso de la República no fueron afortunadas para la Alianza Verde. Los resultados demuestran los costos de un fraccionamiento de sus dos tendencias principales, junto con la división por la posición frente al gobierno. El año pasado, recordemos, Angélica Lozano, candidata de ala gobiernista perdió la presidencia del Senado frente a Iván Name. Ahora Katherine Miranda perdió la presidencia de la Cámara de Representantes por lo contrario, su distanciamiento de la Casa de Nariño.
Estamos ante una grave crisis de la organización progresista más importante de la era de la Constitución de 1991 y quizás la que más luchó por una discusión política civilizada en Colombia. Ha sido clave en la definición (a veces por su indefinición) de contiendas presidenciales a las que se presentó con fórmulas integradas por Antanas Mockus, Sergio Fajardo, Enrique Peñalosa, Claudia López y Luis Gilberto Murillo. El actual presidente Gustavo Petro culpó a Sergio Fajardo de su derrota en 2018, lo que muestra la relevancia política verde.
En 2022 la Alianza tuvo dos procesos electorales importantes. El primero, unas parlamentarias en las que mantuvo su representación en Senado a pesar de la fuerza centrípeta del Pacto Histórico en todo el espectro progresista. El segundo, unas elecciones primarias con un cartel envidiable: Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Alejandro Gaviria, Jorge Enrique Robledo y Carlos Amaya. En el camino renunciaron a sus precandidaturas Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y Luis Gilberto Murillo, para apoyar a otros dentro de la misma Alianza.
La segunda vuelta presidencial mostró la profundidad de las fisuras, porque Sergio Fajardo hizo un intento vergonzoso de conciliar su programa con el inexistente de Rodolfo Hernández, mientras Amaya adhirió al ingeniero santandereano para luego terminar en el Pacto Histórico. Cristo y Robledo cómodamente dejaron a sus electores en libertad de votar por Petro o Hernández.
Como fuerza parlamentaria, la Alianza Verde se definió como partido de gobierno, pero hoy Robledo y Gaviria son decididos contradictores del gobierno junto con Katherine Miranda y Katherine Juvinao; mientras Cristo es ministro del Interior y Murillo canciller. La coherencia no es una característica verde.
En la medida que, entre 2023 y 2024, se desenvolvían los escándalos de corrupción del gobierno que lo tienen a la defensiva permanente, la crisis de identidad se complicó y querer ser a la vez partido de gobierno y tener parlamentarios en oposición le costó en margen de maniobra política.
Las consecuencias fueron palpables en las elecciones regionales de 2023, sobre todo en Bogotá, el fuerte seguro de los verdes desde hace años. En el Concejo, redujo sus curules de 12 a 8, en las JAL perdieron el bastión de Chapinero que se lo ganó el Centro Democrático, y no presentó candidato propio a la alcaldía, la única ciudad en la que le era exigible hacerlo. El acto de evasión política terminó con una lánguida declaración de otorgar a sus partidarios libertad condicional de votar por Carlos Fernando Galán, Gustavo Bolívar, Jorge Enrique Robledo o Juan Daniel Oviedo. Es decir, cualquiera desde la centro derecha a la extrema izquierda.
En mayo pasado renunciaron al partido los exalcaldes Antanas Mockus y Claudia López, dos de sus líderes más notables junto con Antonio Navarro Wolff. La razón fue la contradicción de militar en un partido que apoya a un gobierno amigo de correr las líneas éticas, algo que al menos en el caso de Mockus reñía con una prédica suya a lo largo de los años.
La diversidad de los verdes jugó contra su coherencia y finalmente le costó la unidad.