A propósito de la palabreja cuchibarbie, inventada por este plumífero, un acucioso amigo encontró una columna que se me había extraviado, que perpetré hace ya varios lustros y que fue vilmente copiada por un escritor muy encumbrado que se abrogó su autoría y me acusó de ‘plagista’ siendo que el copietas fue él. He aquí, pues, la original:

Después de los 50…

Ojo: si está que llega o llegó a los 50, cuídese de todo, de todos. Usted está en sus bodas de oro de nacido. En una tal edad dorada que no es otra cosa que la época en que todo comienza a arrugarse, agacharse y aperezarse: es el indefectible e incontenible inicio del declinar de su existir.

Paja lo que le digan –así usted por sapo lo corrobore- de que está en su mejor edad. Eso fue a los 30 y comienzos de los 40, en que repetir de todo no hacía daño, era posible y hasta motivo de orgullo y jactancias varias.

Pero a los 50, repetir es palabra maldita y prohibida. Veamos: ¿Repetir matrimonio? Con qué y a qué horas. ¿Repetir sancocho? Agriera segura. ¿Repetir frijoles? Y los gases qué. ¿Repetir hechura del amor? Será dentro de una semana.

Después de los 50 no hay devuelta posible: ¿Volver a empezar? Con qué tiempo. ¿Volver a ser papa? No seas ocioso ¿Volver a trotar? Paro cardiaco. ¿Nadar como antes? Será flotar. ¿Volver a cantar? Si te ahogás, vida mía. ¿Beber como antes? Parale bolas a la cirrosis, ve.

Después de los 50 todo es grave, de cama, de muerte. Un catarro es una bronquitis; un resfriado, una neumonía; una tos, una tisis; un golpe, un hematoma; un chicharrón, un diente partido.

Después de los 50, un dolor de cabeza es un derrame; un dolor muscular, gota; dolor en las manos, artritis; un olvido pendejo, mal de Alzheimer; una tiritada, Parkinson; un estornudo, tuberculosis.

La oclusión intestinal, después de los 50, es cáncer de colon; dolor de muelas, caja a la vista. Sed, azúcar alta. Un kilo de más, escoliosis. Un kilo de menos, ¿será leucemia? ¿Una orinada a media noche? Próstata. ¿Sudoración inexplicable? Sidón.

A los 50, lo que no crece, se cae. El que sabemos, por ejemplo, fiel cómplice de ternuras en la llanura, es un perezoso y desvergonzado ‘sabalotudo’, especialista en contradecir tus arrestos haciéndote quedar mal.

A los 50 todo, es peligroso: sonarte fuerte, hemorragia nasal; nublazón en la vista, cataratas; cera en los oídos, otitis; sueño, ataque depresivo; insomnio, apareció un hijo natural; un pelo en la peineta, calvicie; dolor en la nuca, osteoporosis; dolor en las nalgas, cadera desviada.

Si después de los 50 usted se despierta y no siente nada, es porque está muerto. Si se da daño de estómago, le tienen que poner suero. Si frena en amarillo, le dan por detrás. Si le ponen trabas con a la renovación del seguro de vida, consiga siquiatra para la depre.

Después de los 50, usted se informa bien de donde hay cuidados intensivos. Mira en los entierros los fondos de las fosas, pide modelos de testamentos y deja de autosugestionarte leyendo al Siriri, “al que lo he de ver más canoso y achacoso, llegar al medio siglo, hecho un mueble viejo”.