A diferencia de momentos y eventos críticos en la vida, como el nacimiento (y la muerte en la gran mayoría de los casos) que simplemente no se pueden controlar, la selección de la pareja suele ser un acto voluntario. Para escoger pareja es vital tener paciencia y utilizar un buen criterio, situación que aplica por igual a hombres y a mujeres. Pero no siempre es el caso.
La gente elige mal cuando prima:
Lo superficial sobre lo fundamental y las conveniencias sobre las razones de fondo.
El fracaso está casi asegurado cuando tienen más influencia en la selección de pareja las conveniencias económicas o sociales y se ignoran otras condiciones personales de más profundidad. Se tipifica de esa forma la unión por interés, que puede - incluso - ser duradera, mas no satisfactoria.
La inmadurez sobre la aceptación de la responsabilidad adulta. La inmadurez es la materia prima de todas las selecciones de pareja equivocadas. Pues no permite conocer de verdad a la otra persona, altera el buen juicio, estimula la fantasía infantil y lleva a negar la realidad y a minimizar las incompatibilidades. Las personas inmaduras son por definición caprichosas e inseguras, no toleran la confrontación por considerarla ofensiva, y tienden a reaccionar con pataletas, con lo cual pretenden retomar el control y perpetuar el capricho.
La impulsividad sobre la racionalidad. La urgencia por resolver rápidamente una sensación molesta, llámese soledad, tristeza, presión, o inseguridad, no conduce a buenos resultados. En esas condiciones se elige a quien se preste para llenar vacíos. El resultado es mediocre, pues todo lo que se hace presionado por las circunstancias, suele salir mal.
La necesidad sobre el amor verdadero. Bajo esa premisa, la persona se une a otra, porque la necesita, no porque la ama: “No puedo vivir sin él /ella”. “No puedo vivir solo/sola”. Pero el verdadero amor reclama generosidad por encima de cualquier otra consideración. Cuando lo fundamental es la búsqueda de la satisfacción de las propias necesidades se está frente a un acto poco generoso. La persona se pregunta: “¿Qué me conviene?”. No “¿Qué será lo mejor para mi pareja?”.
El enamoramiento sobre el verdadero conocimiento del otro. El enamorado sufre las consecuencias del proceso de idealización, una forma de ceguera temporal que no permite ver la realidad sino lo que se desea ver. Pero el enamoramiento invariablemente termina y con ello la fantasía.
La atracción física sobre las condiciones básicas. Se elige ingenuamente a la pareja simplemente porque hay química con la otra persona. La atracción física es muy importante en una relación sana, pero no puede ser la única variable. Con el paso del tiempo, cada día que amanece es tan plano como el anterior, en cruel contraste con las carantoñas seductoras y las acentuadas curvas que prometieron sostenerlo todo.
En la búsqueda de pareja es necesario combatir la ingenuidad y centrarse en la calidad del ser humano, que además de atractivo debería ser afectuoso, honesto, sano, generoso, transparente, independiente y divertido.