Una de las experiencias más frustrantes en mi labor de psiquiatra ha sido el tratar de explicarle a mis pacientes y allegados en qué consiste el trastorno antisocial. La dificultad radica en que los antisociales además de perversos, suelen ser astutos, difíciles de descifrar, controladores e intimidantes. Quien entra en contacto con ellos queda a merced de su manipulación y de los sentimientos de culpa que hábilmente generan. Como consecuencia de esa infortunada combinación de circunstancias, hay una enorme tolerancia de la gente desinformada con relación a las conductas antisociales grandes, medianas y pequeñas. (Con el agravante de que las conductas narcisistas están con mucha frecuencia asociadas a las sociopáticas).
La normalización y cotidianidad de la deshonestidad, el desorden y la criminalidad amenazan con destruirlo todo. Dicha normalización es consecuencia de la violación de códigos éticos fundamentales de parte de líderes a todos los niveles: públicos, privados y familiares. Los líderes transparentes y honestos dejaron de ser la norma, para convertirse en una excepción. Su voz no se escucha, porque los que hacen ruido son los tramposos. La violencia en Colombia, incluyendo los 20.000 casos de menores reportados cada año por Medicina Legal como abusados sexualmente, son una macabra realidad nacional que no parece inmutar a nadie. Y por supuesto la corrupción a todos los niveles, tan asfixiante como las noticias falsas, tampoco le quitan el sueño a nadie.
Sergio Muñoz Bata pone un ejemplo, que viene al caso, en una columna reciente publicada en el periódico El Tiempo: “El mal ejemplo de Berlusconi” en la cual subraya las características de quien fuera en cuatro oportunidades primer ministro italiano. Describe su condición de tramposo, abusivo, pervertidor de menores, defraudador y manipulador por excelencia. Alguien con una enorme habilidad para no respetar los límites constitucionales de su poder. Berlusconi debilitó la democracia de su país mientras utilizaba al Estado, y sus leyes, para obtener beneficios personales. A pesar de una treintena de casos judiciales penales en su contra, salió prácticamente ileso, recibió un funeral de estado, y es considerado el hombre más influyente de Italia durante el siglo XXI. Lo más preocupante es que su estilo y sus tácticas se han extendido a otros países. Que los corruptos y los antisociales lleguen y se mantengan en el poder en varios países, incluyendo varios de los más ricos del mundo, no es la consecuencia de la habilidad y la sagacidad de unos cuantos “hombres fuertes.” Es la sociedad permisiva con los actos antisociales y narcisistas, la que carga con la mayor parte de la responsabilidad.
El círculo vicioso del deterioro comienza con la enorme tolerancia de la gente a las conductas sociopáticas cotidianas menores. Prosigue al considerar éstas últimas como “normales”. Esa normalización las convierte en el medio de cultivo para que otras conductas más graves no sean mal vistas. La consecuencia final es que las conductas antisociales pequeñas y grandes no se sancionan.