Por monseñor Édgar de Jesús García Gil, obispo de Palmira.
En este segundo semestre del año, el Papa Francisco ha nombrado nuevos obispos para las diócesis de Colombia. Los obispos somos los sucesores de los apóstoles, representamos en nuestras comunidades a Jesucristo, Buen Pastor y caminamos junto al pueblo de Dios, predicando la Palabra, celebrando la fe con los Sacramentos y pastoreando en la caridad las diócesis encomendadas a nuestra responsabilidad.
Desde Duitama, departamento de Boyacá, escribo estas líneas porque he sido invitado a la posesión del nuevo obispo de esta jurisdicción, Monseñor Edgar Aristizábal Quintero, oriundo de Cartago (Valle) y que hasta ahora era el obispo de Yopal (Casanare).
Hemos experimentado en esta hermosa tierra colombiana, la sed de Dios y la fe en crecimiento por parte de los niños, jóvenes, comunidades parroquiales que, en el momento de los saludos al señor obispo nuevo, le han manifestado su fe, su amor y su deseo de conocer más a Dios.
El obispo con su presbiterio, los seminaristas, los religiosos, las religiosas y los movimientos que están en proceso de evangelización siguen respondiendo al sentimiento de Jesús, expresado en el Evangelio de hoy, “sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Marcos 6, 34).
El viernes 19, en la hermosa Catedral de Duitama, dedicada a San Lorenzo Mártir, el Nuncio Apostólico después de hacer oír la Bula del nombramiento que mandó el Papa Francisco, llevó al nuevo obispo hasta la cátedra y desde ahí se inició la celebración eucarística concelebrada por varios obispos, por todos los presbíteros y con la presencia de todo el pueblo de Dios, de un coro bellísimo, de un arreglo de flores también estupendo y todo esto porque es el amor a Dios que se expresa en la hermosura de una celebración.
De esta manera, la sucesión apostólica continúa en cada jurisdicción eclesiástica y nosotros los obispos nos comprometemos con Jesucristo Buen Pastor a predicar la Palabra de Dios, para que los corazones de los fieles se llenen de fe, a celebrar los Sacramentos, especialmente la Eucaristía para hacer crecer la fe y finalmente nuestra tarea pastoral en lo social que debe fomentar una caridad que una a los que están enemistados y hacer de los pueblos enemigos un solo pueblo, con un solo corazón para así, cumplir la propuesta de Jesús.