La Venadita, la llamó Piedad Bonnet a Frida Khalo, la artista mexicana que nació el 8 de julio de 1907 y murió el 13 del mismo mes, año 1954, en la misma ciudad donde había nacido, capital del Distrito Federal. Acumuló la belleza y el talento. Pero el dolor la asedió con furia huracanada que ella muestra en sus dobles pinturas -de ella misma- en las que el mal urtica su piel y su cuerpo y se solaza dándole todo tipo de tormentos. Nadie como ella campeó la alegría y asedió el amor indistinto, y logró que su pincel buceara patéticamente en sus entrañas y en sus piernas y en su mirada taciturna, bajo aquel cejijunto marco enarcado.

Van a cumplirse setenta años de su muerte. Y pude ver, con deleite y tristeza, en el teatro Salamandra El Barco Ebrio del artista múltiple Diego Pombo, bajo la dirección y actuación magnífica de Eleonora Cabal, la escenificación poética de aquella mujer y su drama, en monólogos impactantes y cuadros altamente elaborados en el juego de luces y sombras de aquella existencia. Eran una realidad que golpeaba aquella penumbra en la que se advierte el dolor, como la sombra del diario vivir.

La artista vallecaucana es parecida y viste igual a Frida. Menuda de cuerpo, cara de belleza natural, pero ojos y muecas y voz con sentido de espacio y vida, sin que el dolor perenne sea otra cosa que un ocurrir en el destino. No obstante, antes está la alegría y la belleza como el leit motiv de su faena cotidiana. Y todo esto se obtiene en la hora y media de una función que encanta como una magia de captación en el espacio. Sentí tanto impacto, que volvería a asistir a la función.

Frida es un fenómeno vital múltiple. Desde muy pequeña sufrió el polio, que golpeó su pie derecho. Se repuso con el impulso interior de su poderosa personalidad. Pero adelante, ya una señorita, un accidente en un bus le perforó el vientre como una lanza y a pesar de los dolamas, logró levantarse como si nada y recuperó su alegría y fue el encantó de un enamorado múltiple como Diego Rivera, con quien casó y vivió en hogar de frívolas alegrías y arte, como el vuelo de las mariposas. Los comunistas, comenzando por Stalin, cuando Trotsky se escapa a México, lo buscan para matarlo. Y utilizan a Frida, quien encanta al revolucionario ruso y se enamora de ella. Pero la muerte de este la calculó Stalin de otra manera, valiéndose de un cubano, Ramón Mercader, absolutamente independiente de Frida y de Rivera.

Tuvo amores femeninos y encantó a Chavela Vargas, quien vio en ella a una especie de La Llorona mexicana. Pero pintaba desde entonces con un realismo figurativo al que llegaba el subrealismo de su interioridad sufriente. Rivera enamoró a su propia hermana y se separaron. Pero el muralista volvió en busca de su mano y su mirada de ángel. Empero, tuvo que soportar aun el corte de un pie y de otros elementos de su cuerpo que se iba disolviendo en el suburbio de sus dolamas. Y padeció los dolores que pinta con belleza sinigual Piedad Bonnet, la gran poeta colombiana que acaba de ganar el premio Príncipe de Asturias en España.

Con versos que recrean el universo de su vida, dolor y su belleza, Piedad lo dice todo, hasta la ternura de su apodo Venadita. Leamos el poema en cierre de este día: “Venadita --- De pura lástima y puro amor yo te regalaría mi cuerpo, venadita. / ¡Yo, que envidio el relámpago nocturno de tus cejas, / tus manos con anillos, / la voz india, / y tu cuello altanero de mestiza! / A ti que te dio Dios todo a montones, incluido el dolor / y ante todo el dolor / yo te daría, / si fuera Dios, un cofre con huesitos de plata mexicana / y un pie de oro. Y limpiaría, con mi mano eterna / las llagas de tu alma, venadita. / Te pediría a cambio todo el amor que te sobró en el cuerpo, / y un retrato vibrante de colores”.