En día pasado me estacioné en el parqueadero de Tardes Caleñas de la carretera al mar y ¡oh sorpresa!: la casi totalidad de los carros eran de color gris. Gris claro, gris intermedio, gris oscuro y me quedé pensando en el porqué de esta modalidad si antes los vehículos eran de toda la gama de colores del arco iris.
Curioso que es uno, llamé a un concesionario amigo y me dijo que no era tanta la preferencia por este color, sino que ahora lo están imponiendo casi que a la fuerza junto con el blanco y el negro porque -entre otras cosas- resulta más económica su producción y que los colores distintos tenían un costo adicional.
Luego de un opíparo almuerzo, tomé carretera y advertí que el pavimento también es gris y que a la gente le ha dado por vestirse de gris. Ellas porque según me dicen las hace ver más flacas, o mejor, menos gordas, y ellos por lo ídem. El hecho es que el gris se ha impuesto en las vestimentas y más ahora en que están desaparecidas las bufandas y las corbatas de colores fuertes que desmonotizaban esta moda de ahora en que las gentes parecen salidas de una película en blanco y negro.
¿Qué se hicieron los autos de colores chillones que ahora solo se ven en algunos alta gama de precios estrambóticos? Recuerdo que hubo una época en que venían de tres colores y no con ese desapacible gris que uniformó y despersonalizó tanto los grandes como los pequeños carros.
Alababa la Piaf la vida en color rosado con la Vie en rose, Modugno en su Nel blu di pinto di blu hizo que el azul fuera el color de los cielos, el verde del camino verde y el verde te quiero verde del poeta, para vivir en medio de la naturaleza y ni hablar de los “labios de rubí de rojo carmesí, que parecen murmurar mil cosas sin hablar” y toda una paleta multicolor en la que cabe el rosado soacha, el amarillo bilis y hasta el negro claro y el negro oscuro…
El hecho es que todo se nos volvió gris, incluso la decoración, que por ser minimalista resulta lúgubre y desabrida, y la misma arquitectura que reemplazó el ladrillo a la vista y las fachadas de piedra blanca por el malagradecido gris que tiene una vejez de vergonzoso cuño.
Y así se volvieron muchos y muchas: parecen robots, mustios e inexpresivos, sin pizca de atractivo ellas y no sé si ellos. Seres amorfos, muertos en vida, calvos, con barbas grisáceas, pelicanosas (salvo honrosas y bellísimas excepciones) que se avejentaron de la noche a la mañana y parecen unas adorables viejecillas chuchumecas.
¡Qué vuelvan los colores que le dan vida a la vida! Qué vivan los colores -repito- chillones y estridentes. Aprendan de los pájaros y las flores y dejen esos grises que nos semejan esas ceremonias en cementerios, en tristes tardes grises.
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Posdata: Excelente el comportamiento de los guardas de tránsito el pasado puente entre la portada y el kilómetro 18. En lugar de quedarse en el retén forestal, hicieron permanentes patrullajes motorizados, subiendo y bajando en ese tramo, lo que agilizó el tráfico y evitó los trancones.